Muchas personas abandonan la masonería, pero muy pocas lo cuentan. Es el caso de Serge Abad-Gallardo, arquitecto francés que tiene ahora 60 años y pasó 24 como miembro de una de las obediencias más importantes de Francia, Derecho Humano. Su libroPor qué dejé de ser masón, publicado ahora en español, relata su apasionante experiencia. Tras su conversión al cristianismo (estaba bautizado, pero alejado de la Iglesia), percibió la incompatibilidad entre el cristianismo y la ideología masónica y decidió irse. El proceso de vuelta a la fe resultó largo.
¿Por qué ingresó en la masonería?
-Tenía la edad y la situación social ideales para la masonería: tenía 33 años y era alto funcionario municipal como director de urbanismo. Estaba alejado de la Iglesia y mi fe era bastante tibia. Un amigo que yo no sabía que era masón me propuso entrar. Me atrajo la curiosidad por los secretos que la masonería dice tener.
¿Cuándo empezó a ver o saber cosas que le desagradaban?
-Al principio algunas palabras del ritual masónico (Rito Escocés Antiguo y Aceptado) me sugirieron una relación entre la masonería y la Iglesia. Por ejemplo, en la iniciación hay frases como “busca y encontrarás” o “llama y se te abrirá” que se encuentran en los Evangelios. Pero poco a poco me di cuenta de que su sentido no era el mismo. También escuché expresiones muy anticlericales. Eso no me gustó, pero me adapté, porque yo me encontraba lejos de la Iglesia. Además, en la masonería se hablaba mucho de fraternidad, pero me di cuenta de que detrás de esa “fraternidad” se encontraban algunos “arreglos” y luchas por el poder dentro de la misma masonería. Por último, cuando volví a la fe, comprendí las incompatibilidades entre el catolicismo y la masonería.
-¿Cómo fue ese proceso de conversión?
-¡Duró unos 9 años! Creo que Dios me dejó pasar tanto tiempo en el error de la masonería (24 años, hasta ser venerable maestro e ingresar en los altos grados) para que hoy ningún masón pueda decirme –como algunos lo han intentado, con mucha mala fe- que no comprendí nada. Pasé por varios estadios. Primero, como explico en el libro, tuve conciencia de la presencia de Cristo a mi lado. Esto empezó en 2002, cuando conocí a un padre franciscano cerca de Aix-en-Provence. Sus palabras al principio me parecieron masónicas y me gustaron porque pensaba que había una relación entre masonería y catolicismo, pero a medida que le iba escuchando comprendí que el sentido de esas palabras era fundamentalmente distinto.
¿Por ejemplo?
-Cuando la masonería habla de “Luz”, habla de un “Conocimiento”, un saber esotérico, hermético y oculto. Mientras que aquel franciscano me hablaba de “Luz” como el amor de Dios por nosotros.
Otro ejemplo: cuando la masonería dice “busca y encontrarás”, se trata de buscar por uno mismo y encontrar en uno mismo, es la palabra hermética masónica “V.I.T.R.I.O.L.” (Visita Interiorem Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem: Visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta). Pero las palabras del Evangelio no significan nada de eso: significan que Dios nos busca antes incluso de que nosotros pensemos en buscarle a Él. Es Dios quien da el Amor al hombre, más que al revés.
El amor del hombre es una imagen del Amor de Dios, Dios nos ha hecho a su imagen. ¡Todo esto no tiene nada que ver con la magia, el ocultismo o fórmulas simbólicas! Salí de este encuentro con el franciscano totalmente conmovido, y sentí la presencia de Cristo a mi lado. No podía imaginar que Él me amaba con ese Amor inmenso que ahora sí sentía. No hay palabras para expresarlo.
Pero aún no se convirtió del todo…
-Empecé de nuevo a orar, aunque no a ir a misa. Un día de 2005, en una época mala de mi vida, estaba en la capilla cuando Cristo me contestó. Fue una experiencia tremenda, casi me caigo del banco. Aun así, seguía resistiendo y no comprendía lo que Cristo esperaba de mí.
¿Qué pasó después?
-En 2012 experimenté lo que podríamos llamar “el Mal”. Me encontré de frente a lo más negro del alma humana y ante la presencia del diablo en nuestras vidas con embrujos y magia. Puede parecer increíble, pero no tengo más remedio que contar las cosas como pasaron. El mundo se cerró para mí. En unos meses perdí mi empleo, mi buen sueldo, el chalet donde vivíamos, mi velero de doce metros, mi coche deportivo, mis amigos… Me sentía totalmente perdido y no hallaba respuestas en la masonería, que no podía contestar a la pregunta de por qué existe el mal en el mundo. Se me ocurrió pasar unos días de retiro en la abadía de Lagrasse, y allí, ante Cristo en la cruz, me puse a llorar y me di cuenta de que aquel Cristo lloraba conmigo. Ese amor fue como una luz. Pasé una semana con los monjes, y mi corazón se abrió ya totalmente al Amor de Cristo.
Y entonces se fue de la masonería definitivamente…
-Todo lo que vivía en ella me pareció falso, o por lo menos tibio. No pude quedarme, porque además, comprendí que la masonería es totalmente incompatible con la fe católica.
¿Tiene tanto poder como dice su leyenda?
-Sí, lo tiene. En Francia, desde 2012, muchos ministros son masones. Y los grandes maestros del Gran Oriente, de Derecho o de la Gran Logia Femenina quieren cambiar la sociedad. Leyes como el aborto, la eutanasia o el matrimonio del mismo sexo vienen de ideas masónicas. Un gran maestro de la Gran Logia de Francia, Pierre Simon, ha confesado que todas esas leyes estaban ya preparadas en las logias antes de ser votadas por los diputados.
¿Y es conspiradora?
-La masonería cree en la “utopía”: es decir, que todo lo que resulta posible para un ser humano debe y puede permitirse: no hay límite en una ley natural que venga de Dios, la moral sólo proviene del pacto social. Luego no hay otro modo de vivir que el hedonismo: el placer y la felicidad en la vida son el único objetivo, no hay salvación eterna, hay que gozar de la vida. La masonería conspira, entonces, contra toda forma diferente de pensar a la suya.
(ReL)