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TURISMO EN VENEZUELA:Viaje al Salto Ángel


El Salto Ángel desde abajo
Hay varias maneras de visitar al Salto Angel, pero todas ellas comienzan en la laguna Canaima , por lo que es preciso primero llegar a ésta, que esta situada en el Parque Nacional "Canaima", que cuenta con una superficie de aproximadamente 30.000 Km-2, es decir más o menos el tamaño de Bélgica.
Llegada a la excursión
En nuestro caso, optamos por salir de Caracas hacia El Manteco, en el Estado Bolívar. Partimos a las 7 de la mañana en dos camionetas rústicas con tracción a las 4 ruedas y llegamos a El Manteco a eso de las 5 de la tarde. En el Hotel Saranda, nos esperaba el Presidente de este complejo turístico, el Sr. Furio Marianini, excelente anfitrión quien nos acomodó en magníficas habitaciones, amplias, con toda clase de comodidades, aire acondicionado, etc., situadas en un parque hermosísimo, lleno de flores, jardines e inmensos árboles.
En seguida atravesamos la calle y fuimos al Club Hotel Saltamonte, donde nos dieron el brindis de bienvenida. Conocimos el club que tiene una magnífica piscina, restaurante, discoteca, etc. Es de hacer notar, que para mayor descanso de los visitantes, ambas dependencias, están debidamente separadas. Llama poderosamente la atención que ,en un pueblo como El Manteco, tan lejano, olvidado y dejado a la mano de Dios, exista un conjunto turístico tan lujoso, bien planificado y hermoso como éste. En la noche cenamos espléndidamente, pues la calidad de la comida y la atención son de primera calidad.
La Piscina del hotel
Al día siguiente, luego de un reparador descanso, tomamos un suculento desayuno, pues la jornada que nos esperaba era de aprox. 120 Km. por algo que podríamos decir se asemeja bastante a una trocha en la selva, con kilómetros de barro, lodo, piedras, ramas y árboles caídos, que en algunas ocasiones hacen necesario el uso de moto-sierras, asimismo, es imprescindible que por lo menos uno de los vehículos, que en nuestro caso eran dos, tenga un winche, por si alguno de ellos se queda pegado en el fango. Afortunadamente para nosotros, no fue necesario ninguno de los dos implementos para sacarnos del atolladero.
A mediado del camino almorzamos un refrigerio basado en sándwiches, refrescos, cerveza, café, etc. Continuamos nuestro viaje, sin mayores contratiempos, extasiándonos con la belleza de la selva, sus aves, guacamayas, tucanes, también araguatos, e incluso pudimos ver delante de nosotros un tigre, como llaman por estos lares al jaguar americano, de un metro de altura por uno veinte de largo, que estaba tomando agua de un charco junto a la carretera.
Cuando nos dieron el refrigerio en el camino

El campamento del Bocón
Sin mayores contratiempos, llegamos a nuestro campamento, ubicado sobre una colina en la localidad de "El Bocón", a eso de las cuatro de la tarde. Ahí tomamos un refrigerio y al atardecer, salimos a contemplar un magnífico crepúsculo y mas tarde a admirar el maravilloso cielo de Guayana, antes que apareciera una gran luna llena. Cenamos magníficamente, carne de cacería, venado, pavo de monte, etc. Todo esto rociado de un excelente vino tinto.
Es de señalar, que el clima de la región es bastante extraño, diríamos que es un micro-clima, pues estando solamente a 350 metros de altura. y a no más de 7º latitud norte, es decir bastante cerca del Ecuador, la temperatura no sube de 25º C. Durante todo el año y en las noches baja bastante por lo que uno y causado también por el viento que sopla, llega hasta sentir frío.
Embarcadero Caroní
El Salto de las Babas
Al tercer día, desayunamos completo, pues tendríamos la jornada más fuerte de toda la excursión, ya no iríamos en nuestros rústicos, sino, a pié, caminando varias horas. Para empezar, lo hicimos durante hora y cuarto de Bocón hasta un embarcadero en el majestuoso río Caroní, un de los principales afluentes del Orinoco. Nos esperaba una "curiara" (Canoa hecha por los pemones, habitantes de toda la llamada Gran Sabana venezolana, de un solo tronco ahuecado de madera autóctona de la selva, con un motor poderoso fuera de borda).-maniobrada por 2 pemones, remontamos el Caroní por un trecho no muy largo, hasta el Salto de las Babas (nombre de un pequeño caimán de los ríos de esta zona), donde tuvimos que bajarnos y caminar unos veinte minutos, contemplando este bello salto, para juntarnos nuevamente con nuestra curiara, que nos transportó nuevamente por el río, hasta el sitio donde comenzaríamos nuestra ruta hasta Canaima.
Luego de un ligero almuerzo, iniciamos la primera ascensión por la selva, subiendo y bajando un frondoso cerro, cuyo suelo estaba cubierto de hojas y raíces, que a veces te ayudaban a trepar y otras te hacían resbalar, de todas maneras hay que estar muy pendiente de no enredarte en las raíces, pues un esguince en ese lugar no es aconsejable. Al llegar al plano, atravesamos unas plantaciones y nuevamente empezamos a subir el segundo cerro, esta vez mucho más empinado que el anterior, por lo tanto más fatigoso. Pero al llegar a la cumbre, tuvimos el premio por la extenuante jornada, fue comenzar a bajar contemplando a lo lejos los saltos de la laguna de Canaima y detrás, la majestuosidad de los "Tepuyes", típica montaña de la Gran Sabana venezolana.
En Canaima
En Canaima llegando del Caroní
Al llegar a la planicie, nos esperaba una camioneta que nos llevaría hasta nuestra posada, la Posada Kaikuse (tigre en pemón) donde nos atendió acogedoramente su propietaria, la señora Esperanza Jiménez, esforzada pionera de esta región. Allí nos informaron que existía la oportunidad de visitar de cerca el Salto Angel, yendo por curiara por el río Carrao, que vierte sus aguas en la laguna de Canaima y luego por el afluente de éste, el Churún que recibe las aguas de la cascada más alta del mundo, desde allí deberíamos ascender una montaña que nos permitiría contemplar de frente al majestuoso Churún-Merú, que es el nombre indígena del Salto Angel.
Amanecer en Puerto Ucaima
Al cuarto día en la posada nos despertaron a las 4 y media de la mañana, con un café muy bien colado y nos dirigimos hacia el embarcadero en el río Carrao, desde allí contemplamos un hermoso amanecer viendo salir al sol entre varios tepuyes, entre ellos el Kurún tepuy (tepuy del zamuro del buitre) y Kusari tepuy (tepuy del venado)
Empezamos a navegar por el Carrao, que desde el primer instante nos deleita con la maravilla del color de sus aguas, hasta llegar a la confluencia del Churún, por donde remontaremos hasta llegar al pié del cerro que subiremos para contemplar de cerca el famoso Churún Merú, la catarata mas alta del mundo, que debe su nombre a un aventurero aviador estadounidense, de nombre Jimmy Angel, quien la vio por primera vez un 9 de octubre de l937, decimos que la vio y no descubrió, porque los pemones ya la conocían desde tiempos remotos.
Navegando por el río Carrao
Navegando en el río Churúm
Salto desde el río Churúm
Realmente el viaje a través del río Churún es indescriptible por su belleza, pues el río caracolea entre los tepuyes, teniendo muchas veces de frente, al impresionante Auyán Tepuy, conocido también como la Montaña del Diablo, quien nos brinda docenas de cascadas y caídas de agua que se evaporizan por la altura desde donde caen.
Hemos llegado ya, desembarcamos y dejamos parte de nuestro equipaje en un campamento situado al pié de la montaña que debemos subir para contemplar de frente al objeto de nuestras penurias y alegrías, el gran Churún Merú. La ascensión es penosa pero tiene la mejor de todas las recompensas, el saber que contemplas la caída de agua más alta del mundo.
La vista panorámica es impresionante y la llovizna producida por el salto te refresca el calor producido por el calor de la subida. Nos quedamos contemplando todo el esplendor del paisaje y una vez descansados, bajamos la montaña, nos bañamos en las heladas aguas del Churún y en el campamento, nuestros buenos amigos los pemones, nos tienen preparado unos deliciosos pollos hechos en vara con ricas en saladas y frutas. Nos devolvemos, ahora, ríos abajo contemplando nuevamente el esplendor del Churún, del Carrao y de todos los tepuyes, mirando de vez en cuando hacia atrás para despedirnos de la Montaña del Diablo, con su Churún Merú y prometernos que esta no va a ser nuestra última visita.
Salto desde la Cumbre

Laguna de Canaima
El quinto día, lo dedicamos a pasear por la laguna de Canaima, que tiene espectaculares cataratas como la de Ucaima, el Salto Golondrina, el Wadaima y el Hacha. Todos éstos los contemplamos desde una curiara que nos lleva al otro lado de la laguna, donde comenzaremos una corta caminata hasta el Salto del Sapo y del Sapito;

Debajo del Salto el Sapo
Al primero de ellos lo pasaremos por debajo de su espectacular caída que según el viento, podrá refrescarnos. Luego lo contemplamos de lado, siguiendo hasta el Sapito, que lo veremos de frente y le daremos la vuelta por detrás para llegar a la parte superior del Salto del Sapo de donde tendremos una vista panorámica de toda la laguna y zonas adyacentes a Canaima.
Salto el Sapo de Lado
Laguna de Canaima desde el Salto del Sapo
También contemplaremos la playita que queda al frente del salto, donde nos daremos el merecido baño que nos hemos ganado por la pequeña caminata. Regresamos a la curiara, cruzamos la laguna y disfrutamos de un buen almuerzo en nuestra Posada Kaikuse.

Después de un descanso, abordamos una avioneta que en solo 14 minutos nos lleva de vuelta al Campamento Bocón, del cual para llegar a Canaima, hacen dos días tuvimos que caminar casi todo el día. Aquí nuestro magnífico anfitrión Marianini nos recibe con su habitual hospitalidad, que nos hace disfrutar de una placentera estadía en su campamento.
Laguna de Canaima desde el Avión

Salto Ron Viejo
El sexto día, nos levantamos más bien tarde, desayunamos y salimos hacia una excursión por la planicie, hasta llegar a unos morichales de donde comenzamos a subir bordeando la quebrada de "Ron Viejo". Nos detuvimos a almorzar y luego a bañarnos en sus deliciosas aguas y a recibir unos masajes en la espalda, sentados justo donde cae una de las cataratas. Regresamos a nuestro campamento y dedicamos el resto de la tarde a descansar y a jugar una partida de "bolas críollas" (petanca).
El séptimo día, es el viaje a la inversa del segundo día, es decir, volvemos a nuestros rústicos, comemos en el camino, disfrutamos de la selva y llegamos a nuestro hotel, esta vez con nuestros ojos repletos de los paisajes más hermosos que puede brindar una de las regiones más antiguas y hermosas de la tierra.
Es necesario en este recuento agradecer la atención prestada por nuestros guías Gabriel que nos acompañó de El Manteco hasta Canaima, ida y vuelta y de Sandra, quien nos acompañó al Salto Angel y a la laguna de Canaima y a los salto del Sapo, quienes nos dieron los datos que hicieron posible esta pequeña crónica.
Laguna de Canaima desde el lado

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El Salto Ángel desde abajo
Hay varias maneras de visitar al Salto Angel, pero todas ellas comienzan en la laguna Canaima , por lo que es preciso primero llegar a ésta, que esta situada en el Parque Nacional "Canaima", que cuenta con una superficie de aproximadamente 30.000 Km-2, es decir más o menos el tamaño de Bélgica.
Llegada a la excursión
En nuestro caso, optamos por salir de Caracas hacia El Manteco, en el Estado Bolívar. Partimos a las 7 de la mañana en dos camionetas rústicas con tracción a las 4 ruedas y llegamos a El Manteco a eso de las 5 de la tarde. En el Hotel Saranda, nos esperaba el Presidente de este complejo turístico, el Sr. Furio Marianini, excelente anfitrión quien nos acomodó en magníficas habitaciones, amplias, con toda clase de comodidades, aire acondicionado, etc., situadas en un parque hermosísimo, lleno de flores, jardines e inmensos árboles.
En seguida atravesamos la calle y fuimos al Club Hotel Saltamonte, donde nos dieron el brindis de bienvenida. Conocimos el club que tiene una magnífica piscina, restaurante, discoteca, etc. Es de hacer notar, que para mayor descanso de los visitantes, ambas dependencias, están debidamente separadas. Llama poderosamente la atención que ,en un pueblo como El Manteco, tan lejano, olvidado y dejado a la mano de Dios, exista un conjunto turístico tan lujoso, bien planificado y hermoso como éste. En la noche cenamos espléndidamente, pues la calidad de la comida y la atención son de primera calidad.
La Piscina del hotel
Al día siguiente, luego de un reparador descanso, tomamos un suculento desayuno, pues la jornada que nos esperaba era de aprox. 120 Km. por algo que podríamos decir se asemeja bastante a una trocha en la selva, con kilómetros de barro, lodo, piedras, ramas y árboles caídos, que en algunas ocasiones hacen necesario el uso de moto-sierras, asimismo, es imprescindible que por lo menos uno de los vehículos, que en nuestro caso eran dos, tenga un winche, por si alguno de ellos se queda pegado en el fango. Afortunadamente para nosotros, no fue necesario ninguno de los dos implementos para sacarnos del atolladero.
A mediado del camino almorzamos un refrigerio basado en sándwiches, refrescos, cerveza, café, etc. Continuamos nuestro viaje, sin mayores contratiempos, extasiándonos con la belleza de la selva, sus aves, guacamayas, tucanes, también araguatos, e incluso pudimos ver delante de nosotros un tigre, como llaman por estos lares al jaguar americano, de un metro de altura por uno veinte de largo, que estaba tomando agua de un charco junto a la carretera.
Cuando nos dieron el refrigerio en el camino

El campamento del Bocón
Sin mayores contratiempos, llegamos a nuestro campamento, ubicado sobre una colina en la localidad de "El Bocón", a eso de las cuatro de la tarde. Ahí tomamos un refrigerio y al atardecer, salimos a contemplar un magnífico crepúsculo y mas tarde a admirar el maravilloso cielo de Guayana, antes que apareciera una gran luna llena. Cenamos magníficamente, carne de cacería, venado, pavo de monte, etc. Todo esto rociado de un excelente vino tinto.
Es de señalar, que el clima de la región es bastante extraño, diríamos que es un micro-clima, pues estando solamente a 350 metros de altura. y a no más de 7º latitud norte, es decir bastante cerca del Ecuador, la temperatura no sube de 25º C. Durante todo el año y en las noches baja bastante por lo que uno y causado también por el viento que sopla, llega hasta sentir frío.
Embarcadero Caroní
El Salto de las Babas
Al tercer día, desayunamos completo, pues tendríamos la jornada más fuerte de toda la excursión, ya no iríamos en nuestros rústicos, sino, a pié, caminando varias horas. Para empezar, lo hicimos durante hora y cuarto de Bocón hasta un embarcadero en el majestuoso río Caroní, un de los principales afluentes del Orinoco. Nos esperaba una "curiara" (Canoa hecha por los pemones, habitantes de toda la llamada Gran Sabana venezolana, de un solo tronco ahuecado de madera autóctona de la selva, con un motor poderoso fuera de borda).-maniobrada por 2 pemones, remontamos el Caroní por un trecho no muy largo, hasta el Salto de las Babas (nombre de un pequeño caimán de los ríos de esta zona), donde tuvimos que bajarnos y caminar unos veinte minutos, contemplando este bello salto, para juntarnos nuevamente con nuestra curiara, que nos transportó nuevamente por el río, hasta el sitio donde comenzaríamos nuestra ruta hasta Canaima.
Luego de un ligero almuerzo, iniciamos la primera ascensión por la selva, subiendo y bajando un frondoso cerro, cuyo suelo estaba cubierto de hojas y raíces, que a veces te ayudaban a trepar y otras te hacían resbalar, de todas maneras hay que estar muy pendiente de no enredarte en las raíces, pues un esguince en ese lugar no es aconsejable. Al llegar al plano, atravesamos unas plantaciones y nuevamente empezamos a subir el segundo cerro, esta vez mucho más empinado que el anterior, por lo tanto más fatigoso. Pero al llegar a la cumbre, tuvimos el premio por la extenuante jornada, fue comenzar a bajar contemplando a lo lejos los saltos de la laguna de Canaima y detrás, la majestuosidad de los "Tepuyes", típica montaña de la Gran Sabana venezolana.
En Canaima
En Canaima llegando del Caroní
Al llegar a la planicie, nos esperaba una camioneta que nos llevaría hasta nuestra posada, la Posada Kaikuse (tigre en pemón) donde nos atendió acogedoramente su propietaria, la señora Esperanza Jiménez, esforzada pionera de esta región. Allí nos informaron que existía la oportunidad de visitar de cerca el Salto Angel, yendo por curiara por el río Carrao, que vierte sus aguas en la laguna de Canaima y luego por el afluente de éste, el Churún que recibe las aguas de la cascada más alta del mundo, desde allí deberíamos ascender una montaña que nos permitiría contemplar de frente al majestuoso Churún-Merú, que es el nombre indígena del Salto Angel.
Amanecer en Puerto Ucaima
Al cuarto día en la posada nos despertaron a las 4 y media de la mañana, con un café muy bien colado y nos dirigimos hacia el embarcadero en el río Carrao, desde allí contemplamos un hermoso amanecer viendo salir al sol entre varios tepuyes, entre ellos el Kurún tepuy (tepuy del zamuro del buitre) y Kusari tepuy (tepuy del venado)
Empezamos a navegar por el Carrao, que desde el primer instante nos deleita con la maravilla del color de sus aguas, hasta llegar a la confluencia del Churún, por donde remontaremos hasta llegar al pié del cerro que subiremos para contemplar de cerca el famoso Churún Merú, la catarata mas alta del mundo, que debe su nombre a un aventurero aviador estadounidense, de nombre Jimmy Angel, quien la vio por primera vez un 9 de octubre de l937, decimos que la vio y no descubrió, porque los pemones ya la conocían desde tiempos remotos.
Navegando por el río Carrao
Navegando en el río Churúm
Salto desde el río Churúm
Realmente el viaje a través del río Churún es indescriptible por su belleza, pues el río caracolea entre los tepuyes, teniendo muchas veces de frente, al impresionante Auyán Tepuy, conocido también como la Montaña del Diablo, quien nos brinda docenas de cascadas y caídas de agua que se evaporizan por la altura desde donde caen.
Hemos llegado ya, desembarcamos y dejamos parte de nuestro equipaje en un campamento situado al pié de la montaña que debemos subir para contemplar de frente al objeto de nuestras penurias y alegrías, el gran Churún Merú. La ascensión es penosa pero tiene la mejor de todas las recompensas, el saber que contemplas la caída de agua más alta del mundo.
La vista panorámica es impresionante y la llovizna producida por el salto te refresca el calor producido por el calor de la subida. Nos quedamos contemplando todo el esplendor del paisaje y una vez descansados, bajamos la montaña, nos bañamos en las heladas aguas del Churún y en el campamento, nuestros buenos amigos los pemones, nos tienen preparado unos deliciosos pollos hechos en vara con ricas en saladas y frutas. Nos devolvemos, ahora, ríos abajo contemplando nuevamente el esplendor del Churún, del Carrao y de todos los tepuyes, mirando de vez en cuando hacia atrás para despedirnos de la Montaña del Diablo, con su Churún Merú y prometernos que esta no va a ser nuestra última visita.
Salto desde la Cumbre

Laguna de Canaima
El quinto día, lo dedicamos a pasear por la laguna de Canaima, que tiene espectaculares cataratas como la de Ucaima, el Salto Golondrina, el Wadaima y el Hacha. Todos éstos los contemplamos desde una curiara que nos lleva al otro lado de la laguna, donde comenzaremos una corta caminata hasta el Salto del Sapo y del Sapito;

Debajo del Salto el Sapo
Al primero de ellos lo pasaremos por debajo de su espectacular caída que según el viento, podrá refrescarnos. Luego lo contemplamos de lado, siguiendo hasta el Sapito, que lo veremos de frente y le daremos la vuelta por detrás para llegar a la parte superior del Salto del Sapo de donde tendremos una vista panorámica de toda la laguna y zonas adyacentes a Canaima.
Salto el Sapo de Lado
Laguna de Canaima desde el Salto del Sapo
También contemplaremos la playita que queda al frente del salto, donde nos daremos el merecido baño que nos hemos ganado por la pequeña caminata. Regresamos a la curiara, cruzamos la laguna y disfrutamos de un buen almuerzo en nuestra Posada Kaikuse.

Después de un descanso, abordamos una avioneta que en solo 14 minutos nos lleva de vuelta al Campamento Bocón, del cual para llegar a Canaima, hacen dos días tuvimos que caminar casi todo el día. Aquí nuestro magnífico anfitrión Marianini nos recibe con su habitual hospitalidad, que nos hace disfrutar de una placentera estadía en su campamento.
Laguna de Canaima desde el Avión

Salto Ron Viejo
El sexto día, nos levantamos más bien tarde, desayunamos y salimos hacia una excursión por la planicie, hasta llegar a unos morichales de donde comenzamos a subir bordeando la quebrada de "Ron Viejo". Nos detuvimos a almorzar y luego a bañarnos en sus deliciosas aguas y a recibir unos masajes en la espalda, sentados justo donde cae una de las cataratas. Regresamos a nuestro campamento y dedicamos el resto de la tarde a descansar y a jugar una partida de "bolas críollas" (petanca).
El séptimo día, es el viaje a la inversa del segundo día, es decir, volvemos a nuestros rústicos, comemos en el camino, disfrutamos de la selva y llegamos a nuestro hotel, esta vez con nuestros ojos repletos de los paisajes más hermosos que puede brindar una de las regiones más antiguas y hermosas de la tierra.
Es necesario en este recuento agradecer la atención prestada por nuestros guías Gabriel que nos acompañó de El Manteco hasta Canaima, ida y vuelta y de Sandra, quien nos acompañó al Salto Angel y a la laguna de Canaima y a los salto del Sapo, quienes nos dieron los datos que hicieron posible esta pequeña crónica.
Laguna de Canaima desde el lado