El evangelista controversial
En el otoño de 1821, un estudiante de leyes de veintinueve años de edad comenzó a buscar al Señor. Durante el pasado año un avivamiento se había extendido en su ciudad natal de Adams, Nueva York, y él había rehusado participar. Pero después comenzó a orar. Cuarenta años más tarde, recordó de esta manera su conversión: "El Espíritu Santo descendió sobre mí con tal fuerza que parecía que me traspasaba el cuerpo y el alma. La impresión fue como de una ola de electricidad que me traspasó enteramente. Parecía venir sobre mí en olas de amor, pues no lo pudiera expresar de otra manera. Parecía como el aliento mismo de Dios. Puedo recordar expresamente que parecía abanicarme, como inmensas alas. No tengo palabras para expresar el maravilloso amor que fue derramado en mi corazón".
Así comenzó el ministerio de Charles Grandison Finney (1792-1875), uno de los más destacados e influyentes evangelistas en la historia de los Estados Unidos.
El ministerio de Finney fue el apogeo del Segundo Gran Despertamiento (alrededor de 1792-1835). Vivió en la época de rápida expansión al Oeste, en que hubo un crecimiento de población sin precedentes. Los norteamericanos habían asimilado la doctrina del "Destino Manifiesto", y con ella el optimismo en los logros y el potencial humanos únicos en la historia. Finney era la personificación espiritual de ese ideal.
Resumiendo la importancia de Finney, Marcos Noll escribe: "Hay que reconocer que se debiera clasificar a Finney con Andrew Jackson, Abraham Lincoln, y Andrew Carnegie... como uno de los personajes públicos más importantes de la América del siglo diecinueve. Sin duda, entre la raza blanca de los Estados Unidos, sobresale, después de Jonathan Edwards, como una figura crucial en el mundo evangélico".
LOS PRIMEROS AÑOS
Poco después de su dramática conversión, Finney comenzó a estudiar bajo su pastor presbiteriano, George Gale. Éste lo animó a asistir al Seminario Princeton. Pero como no sentía gran respeto por la teología ni los teólogos, Finney escribió: "Llana y plenamente les dije que no me sometería a la influencia bajo la que ellos habían estado".
En sus memorias, Gale lo recuerda de otra manera: "Finney no asistió al seminario porque no pudo ser aceptado".
Por cualquiera razón, Finney no procuró hacerse de una educación teológica formal. Como resultado, su presbiterio lo puso bajo tutela de Gale y otro pastor. En 1823, Finney recibió licencia para predicar, y fue ordenado en 1824.
Durante este tiempo la Sociedad Misionera Femenil lo comisionó para que trabajara como evangelista en el laberinto de pueblos y aldeas en el noroeste de Nueva York. Allí Dios le concedió cierta medida de buen éxito.
En 1825, hubo un drástico cambio en su ministerio. Finney fue invitado a predicar en Utica, Nueva York. Utica quedaba cerca del recién escavado Canal Erie. Era una metrópolis del Oeste, en creciente desarrollo y de mucho movimiento. Durante dos años Finney predicó, con creciente efectividad, en Utica y las ciudades adyacentes de Rome y Syracuse.
Los métodos de Finney eran novedosos. No evangelizó como sus predecesores: Jonathan Edwards, George Whitefield, y Asahel Nettleton. Para tener conversiones, a propósito elevó el timbre emocional de las reuniones. Adoptó y popularizó la práctica metodista de llamar a los conversos a pasar al altar o sentarse en la silla del penitente para significar su decisión de seguir a Cristo. Para agotar a los oyentes y llevarlos a hacer una entrega, alargaba sus reuniones. A veces las reuniones duraban cuatro horas y más. Estas formas de manipulación no escaparon a los críticos.
CONFERENCIA EN NEW LEBANON
Finney tuvo considerable éxito, pero debido a sus nuevas medidas, se levantó mucha oposición. Sus principales oponentes fueron dos personajes de buena fama nacional: Lyman Beecher y Asahel Nettleton.
En el verano de 1827 se organizó una conferencia en New Lebanon, Nueva York, para tratar las diferencias. Según Iain Murray, la conferencia "no era cosa de estar a favor o en contra, no de la emoción, sino de la adopción de medios, además de la predicación y la oración, para provocaremoción".
Nettleton y Beecher estaban de un lado; Finney y sus seguidores del otro. Nettleton y Beecher se habían graduado de Yale. Ellos representaban la tradición teológica de New England de sus antepasados. Finney, sin educación académica, iba en dirección de cambio y de una interpretación personal de las Escrituras.
La Conferencia de New Lebanon culminó en un punto muerto. El que no pudieran censurar a Finney fue su victoria. Esto le dio la medida de respetabilidad que le hacía falta. Por primera vez las iglesias en las grandes ciudades de la costa Este abrieron las puertas a su ministerio. Desde el verano de 1827 hasta el otoño de 1829 tuvo campañas en Wilmington, Philadelphia, y Nueva York.
AVIVAMIENTO EN ROCHESTER
Desde el otoño de 1830 hasta el verano de 1831, el ministerio de Finney llegó a su punto culminante en Rochester, Nueva York. El Espíritu de Dios estuvo con él en gran poder. Como Utica, Rochester era un centro comercial de mucho movimiento, cerca del recientemente terminado Canal Erie. Tal era la manifestación del poder de Dios en la obra de Finney que los comerciantes de todo el distrito muchas veces cerraban sus puertas para asistir a las reuniones. En sus giras de iglesia a iglesia, grandes multitudes seguían a Finney.
Charles Hambrick-Stowe, un biógrafo de Finney, observa: "Muchos llegarían a decir que fue el más grande avivamiento local en la historia de los Estados Unidos". Citando a Beecher, continúa: "El avivamiento a escala nacional despertado por Rochester fue 'la mayor obra de Dios, y el más grande avivamiento religioso que el mundo jamás ha visto en tan corto tiempo'".
La campaña en Rochester también unió a los creyentes respecto de dos importantes asuntos sociales: temperancia y la abolición de la esclavitud. Ambos tendrían muy amplias implicaciones.
ESCRITURA Y ENSEÑANZA
En 1832, el fuego del avivamiento comenzó a desvanecerse y Finney asumió un pastorado en Nueva York. En 1835, el recién fundado Oberlin College (Ohio) lo invitó a ser su primer profesor de teología. Finney tenía cuarenta y tres años de edad y estaba agotado. En gran necesidad de descanso y con el sentir de que estaba ocurriendo un cambio en el ambiente espiritual, aceptó. Por el resto de su vida se dedicó a dictar clases en Oberlin y a conducir campañas en varios lugares, como en Nueva York, Boston, e Inglaterra.
Hasta entonces, Finney se había dedicado al evangelismo. Como no tenía obras publicadas, sus suposiciones teológicas eran relativamente desconocidas. Todo esto cambió en 1835, cuando Finney publicó sus Lectures on Revivals of Religion . En un resumen del contenido, Nathan Hatch escribe: "Finney lanzó una virulenta crítica de la ortodoxia calvinista, tirando a matar el sistema calvinista. Negó la implícita autoridad del saber, se burló de la impotencia de los cuidadosamente escritos sermones... y condenó el distante y elegante estilo de los ministros educados. Clamó contra la burocracia eclesiástica, particularmente las sutilezas teológicas y la caza de herejías que había llegado a caracterizar el coto presbiteriano... Finney pedía una revolución copernicana para que la vida religiosa se centrara en el público. Despreciaba el estudio teológico formal".
El problema consistía en que Finney escribió Revivals of Religion [Avivamiento de religión]cuando todavía era un ministro presbiteriano ordenado. Esto puso al descubierto su oposición a la teología de su propia denominación. Además, sus obras posteriores confirmaron que él creía en la posibilidad de una vida santa y sin pecado para los recién conversos, la negación de la imputación del pecado y la culpa de Adán, la habilidad humana de crear para sí una nueva naturaleza, el rechazo de la Expiación sustitutiva, y el poder de fabricar un avivamiento mediante ciertos métodos. En otras palabras, negó grandes secciones de la Confesión de Westminster que había jurado mantener. Él y Asa Mahan (1799-1889), el presidente de Oberlin College, más adelante compilaron estas ideas en lo que se conoce como "Teología Oberlin".
En 1837, sintiendo la presión de sus colegas presbiterianos, renunció a la denominación presbiteriana y se afilió a los congregacionalistas.
En 1851, bajo presión, Mahan renunció a la presidencia de Oberlin y la facultad con voto unánime pidió a Finney que asumiera ese cargo. Tenía entonces cincuenta y nueve años de edad. Finney mantuvo la presidencia hasta 1866, cuando renunció debido a su avanzada edad. Pero siguió dedicándose a la evangelización, y a la enseñanza en Oberlin, hasta su muerte en agosto de 1875.
EL MINISTERIO DE FINNEY
El ministerio de Finney fue único. En un tiempo cuando casi todos los pastores leían sus sermones, Finney predicaba sin notas, y generalmente sin prepararse. Se levantaba a hablar según el Espíritu lo inspiraba. Más adelante, se valió de un sencillo bosquejo para sus prédicas.
Finney despreciaba la preparación formal. A veces era criticado por su estilo de predicación tajante y sentenciosa.
Finney practicó muchas novedades. Como no creía en el pecado original, suponía que el hombre puede arrepentirse y volverse a Dios sin intervención sobrenatural. Por lo tanto, cualquier medida que pudiera provocar una decisión por Cristo era justificada. Caracterizaban su obra los llamados al altar, la práctica de orar públicamente por los inconversos que estaban presentes, y la exigencia a tomar una decisión inmediata de seguir a Cristo.
Aunque los metodistas, y algunos bautistas, ya habían estado practicando estos métodos, Finney los popularizó. Siguen en uso hoy. Como señala Murray: "Lo que sucedió allí [en la Nueva York occidental bajo Finney] llegó a marcar un hito en la historia evangélica, y trajo entre los líderes que también profesaban fe en la obra del Espíritu Santo, la primera gran controversia respecto del significado del avivamiento".
A su favor se dirá que Finney también motivó las aplicaciones sociales del evangelio. Finney, Mahan, y sus seguidores fueron algunos de los primeros líderes en el movimiento que abogaba por la abolición de la esclavitud. También asumió una firme postura contra la orden masónica.
LA TEOLOGÍA DE FINNEY
Finney fue un muy franco pelagiano. Sus otras creencias teológicas, que ya hemos mencionado, revelan su repugnancia a la preparación teológica. Un historiador resume así la teología de Finney: "El concepto de que un hombre no regenerado es gobernado por una naturaleza caída no tenía sentido... Una decisión de la voluntad, no un cambio de naturaleza, era todo lo que se requería para ser convertido... Si la conversión era el resultado de la decisión del pecador, y si era responsabilidad del predicador inducir esa decisión... entonces cualquier medida que llevara al inconverso hacia el punto de una instantánea y absoluta conversión tenía que ser buena".
Estas ideas eran contrarias a la ortodoxia de la época, que la mayoría había aceptado desde que el Mayflower arribara en Plymouth Rock en 1620.
¿De dónde sacó Finney estas ideas? Casi todos los historiadores señalan la influencia de Nathaniel William Taylor (1786-1858), profesor de teología en Yale. Los puntos de vista de Finney eran casi idénticos a los que se hallan en la "Teología New Haven" de Taylor, también denominadas la "Nueva Teología". "La voz era de Finney" —expresa Murray—, pero "el pensamiento era de Taylor". O, como lo expone Nathan Hatch: "Las abstracciones de la teología New Haven de pronto habían cobrado vida en el burdo y animado fanatismo de las Nuevas Medidas [de Finney]".
A la larga, la teología New Haven, popularizada por Finney, produjo división. En 1838, los presbiterianos se dividieron en la Antigua Escuela y en la Nueva Escuela. La primera representaba la tradición teológica que descendía de la Reforma hasta los Puritanos. La última expresaba la nueva teología de Taylor y Finney.
FORTALEZAS DE FINNEY
Los muchos puntos fuertes de Finney explican la manera poderosa en que Dios lo usaba. Una de sus fortalezas era su vida de oración. Era un hombre que oraba intensamente y por largas horas, una disciplina que necesitan los pastores. Finney pensaba que podía producir avivamiento mediante ciertos métodos, pero su vida de oración fue el mayor factor contribuyente. A menudo pasaba horas en oración, tanto antes como después de sus reuniones de avivamiento.
Su segunda fortaleza era la gran unción del poder del Espíritu Santo que descansaba sobre él. Cuando predicaba, los oyentes solían quedar en completo silencio. Luego llegaban a un profundo, prolongado, y penetrante sentido de pecado, lo cual resultaba en una gran conversión a Cristo, algo que por medios humanos era imposible explicar.
La tercera fortaleza de Finney era su ética laboral. Cuando conducía una campaña trabajaba dieciséis horas al día, siete días a la semana. Después de tan intenso esfuerzo, cada verano pasaba varias semanas en Nueva York, en la granja de sus suegros, para recuperar las fuerzas.
En cuarto lugar, el celo evangelístico de Finney no tiene precedentes. Amaba a la gente y se entregó desmesuradamente para que fueran salvos.
DEBILIDADES
Finney también tuvo debilidades que limitaron un prolongado servicio a la Iglesia, y en ciertos casos provocaron mucho daño entre los de poco criterio.
La primera fue su mentalidad de "llanero solitario": solamente yo y mi Biblia. Para Finney, la teología y la historia de la Iglesia eran territorio que no le interesaba mucho. Debido a esto, muchas veces era imposible enseñarle algo y no se dejaba corregir. (Hemos notado su indisposición de escuchar a sus mayores en la Conferencia de New Lebanon el verano de 1827.)
Por ejemplo, Finney escribió: "Hay mucha ignorancia en las iglesias respecto al tema de los avivamientos... Muy pocos tienen buen conocimiento del tema".14 Pero, desde 1790, se han suscitado grandes avivamientos en Norteamérica e Inglaterra. Probablemente el mayor avivamiento en la historia, el Gran Despertamiento, tuvo lugar bajo Whitefield, Edwards, y Wesley en los años 1740. Ignorando estos recientes sucesos, Finney supuso que él era el primero en comprender de veras el avivamiento.
"Finney comenzó su propia búsqueda religiosa — anota Nathan Hatch — , al negar la fuerza de la herencia de autoridad religiosa. Confiaba en su propio iluminado razonamiento, aunque no contaba con instrucción teológica". Esta postura lo excluyó de la histórica confesión cristiana en muchos de los importantes aspectos doctrinales. Ya hemos mencionado algunos de éstos.
Su segunda debilidad, que tiene mucho que ver con la primera, era la elevación de la razón por encima de la revelación. Finney exigía que muchos misterios bíblicos fueran traducidos a fórmulas racionales humanas. Finney luchaba por "ajustar las verdades del cristianismo a un tan armonioso sistema de pensamiento que no se violara los dictámenes de la razón — observa Murray — . Esto, como muchas veces dijo, era (después de la conversión de almas) la gran meta de su vida". Finney no podía aceptar misterios, como la congruencia de la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre.
LECCIONES
Podemos aprender muchas lecciones de la vida de Finney. Primero, Dios se complace en usar vasos imperfectos. Dios perfeccionó su poder mediante las debilidades de Finney (2 Corintios 13:4). Esto debiera alentar a cada pastor. A pesar de las imperfecciones de Finney, Dios se complació en hacerlo su instrumento. A pesar de nuestras imperfecciones, Él se valdrá también de nosotros.
Segundo, necesitamos discernimiento. El poder sobrenatural de Dios no significa que aprueba todo lo que el hombre cree o hace. Dios ungió a Sansón aunque durmió con prostitutas filisteas. Dios ungió y amó a Charles Finney aunque rechazó la verdad del pecado original y de la Expiación sustitutiva.
Pero también es cierto lo opuesto. Los fracasos de un hombre no impiden que Dios obre por medio de él. Balaam era idólatra, pero Dios habló proféticamente por medio de él. Aprendemos de Finney a no rechazar el poder de Dios manifestado en un hombre sólo porque su vida o su doctrina sean imperfectas.
Tercero, nuestras suposiciones teológicas determinarán nuestra práctica. La teología New Haven de Finney determinó sus métodos evangelísticos. Él enfatizó demasiado el lugar de las decisiones humanas porque rechazó la verdad del pecado original. Su alta estima del hombre gobernó sus prácticas evangelísticas. De la misma manera, nuestras suposiciones teológicas determinan nuestras prácticas.
Cuarto, sea humilde. No sea un "llanero solitario". Lea la historia de la Iglesia y aprenda de ella. Estudie la teología de grandes pensadores del cristianismo, como Agustín, Calvino, Lutero, y Edwards. No se decepcionará, porque...
Dios escribe la Historia.
Por William P. Farley
William es pastor de Grace Christian Fellowship en Spokane, Washington. Es autor de For His Glory [Para su gloria], Pinnacle Press, y Outrageous Mercy [Escandalosa misericordia], Baker.