Ahmed tenía 14 años cuando fue ejecutado por la policía iraquí en Dora, un barrio suní de Bagdad. Sucedió en mayo de 2006, cuando cuatro agentes llegaron a su humilde casa, le acusaron de "corromper" y "escandalizar" a su comunidad y le dispararon dos veces en la cabeza.
Su crimen fue mantener sexo con hombres. "No está claro si Ahmed era gay o no", explica Ali Hili, responsable de Iraqi LGBT, una ONG formada por 30 iraquíes exiliados en Reino Unido. "Mantenía sexo con hombres a cambio de pequeñas cantidades de dinero y comida. Lo hacía para ayudar a su familia. A veces están tan desesperados como para tener sexo a cambio de patatas o pan".
Como Ahmed, casi 480 homosexuales, lesbianas, bisexuales o transexuales iraquíes han sido asesinados -a menudo por la Policía- desde la invasión en lo que la ONG describe como "una de las más organizadas y sistemáticas campañas de limpieza sexual de la Historia".
Se trata de una de las caras menos conocidas de la tragedia iraquí, pese a denuncias como el informe de la ONU donde se destacaba, en 2006, cómo "grupos islamistas y milicias son conocidos por ser particularmente hostiles contra los gays, emprendiendo frecuentes y abiertas campañas de violencia contra ellos".
Pena de muerte
Legalmente, la situación no es mucho mejor dado que el Irak 'liberado' es uno de los nueve países del mundo donde está en vigor la pena de muerte para los homosexuales. De ahí la impunidad de la que gozan los extremistas, pese a que antes de la invasión era uno de los países más tolerantes de la región.
La persecución sexual incluye secuestros, violaciones, torturas, mutilaciones y humillaciones, a menudo, grabadas entre las risas de los torturadores.
Cientos de personas han sido víctimas de estas actitudes, alentadas por los clérigos desde 2004 cuando, tras la ocupación, los principales partidos chiíes reforzaron sus grupos armados y se enzarzaron en una guerra fratricida en la que todo aquel que presentara actitudes 'poco piadosas' –desde beber alcohol hasta escuchar pop, bailar, usar tejanos y, en el caso de las mujeres, no llevar velo- sería víctima, fuera cual fuese su religión.
De ahí la urgencia con la que se constituyó la citada ONG destinada, según explica Hili a elmundo.es, a "ofrecer seguridad, refugio y comida a los LGBT [lesbianas, gays, bisexuales y transexuales] que escapan de la violencia y de las amenazas de muerte". La labor en Irak, donde decenas de miembros trabajan de forma clandestina –varios han sido asesinados- se traduce en la denuncia del hostigamiento contra esta comunidad así como en la creación de 'casas seguras' donde los perseguidos, en pequeños grupos, sobreviven al abrigo de las miradas.
'Situación catastrófica'
En total, unas 40 personas son acogidas por Iraqi LGBT –financiada por la ONG holandesa HIVOS- aunque Hili explica que el número sería mucho mayor si tuviesen recursos, de ahí que recabe fondos desde su página web. "Fuera de Irak, tenemos un par de proyectos en países vecinos para realojar a LGBT que hemos logrado rescatar de esas casas seguras y registrar ante la ONU", continúa este iraquí que abandonó su país hace nueve años.
El grupo también trata de facilitar el asilo de los afectados en Reino Unido, donde está basada la misma. No es la única ONG que trabaja con este sujeto, tabú en el Irak actual, donde la democracia se confunde con la teocracia al estilo iraní. La Organización Arcoiris para la Vida hace lo propio en Bagdad, donde sólo en el primer trimestre de 2007 contabilizó 30 ejecuciones de gays. "Los cuerpos fueron hallados torturados, mutilados y a menudo violados", explicaba a la agencia IRIN Mustafa Salim, responsable de la ONG.
"La situación de los LGBT y de las minorías sexuales en Irak es catastrófica. Hemos recibido informes de 478 asesinados por su condición sexual desde 2004", incide Hili, antiguo DJ bagdadí. "La campaña para limpiar Irak de las minorías sexuales debe cesar y figuras religiosas como Muqtada al Sadr y Ali al Sistani [líderes chiíes] deben ser llevadas a la Justicia por defender y promover el odio e instar a sus fieles a asesinar a gays, lesbianas y transexuales".
Hili se refiere a una fatwa –edicto islámico- que sirvió de mecha para los crímenes. En octubre de 2005, el gran ayatolá Ali al Sistani, máxima autoridad religiosa de los chiíes de Irak, se pronunció sobre la homosexualidad. "¿Cuál es su opinión sobre la sodomía y el lesbianismo?", se le preguntó. "Eso está prohibido. Castigadlos, de hecho, matadlos. La gente involucrada debe ser asesinada con la peor, la más severa de las formas de asesinato".
Sus palabras, publicadas en su página web, pusieron a los extremistas sobre la pista de los homosexuales en uno de los momentos más delicados de Irak, cuando la lucha contra la ocupación, los atentados y la guerra civil dejaba todo acto de violencia impune. Las Brigadas Badr, brazo armado del Consejo Superior para la Revolución Islámica (uno de los principales partidos chiíes) llevaron el edicto a la práctica y lanzaron una persecución contra los homosexuales que en Irak, a diferencia de la mayoría de los países árabes, no se conocía hasta el momento.
Policía criminal
El hecho de que la fatwa fuera retirada un año después no cambió nada. En 2007, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU se alertaba por la "existencia de tribunales religiosos, supervisados por clérigos, donde presuntos homosexuales son 'juzgados', 'sentenciados' a muerte y ejecutados". "En total, tres fatwas han sido decretadas por clérigos autorizando a los 'buenos musulmanes' a cazar y asesinata a los homosexuales", proseguía el informe.
Desde entonces, la persecución corre a cargo de las Brigadas Badr –que controlan el Ministerio del Interior y por tanto la policía, por eso los criminales llevan uniforme- y del Ejército del Mahdi, la milicia de Muqtada al Sadr.
Así terminó lo que ahora la comunidad LGBT iraquí recuerda como una era dorada, la dictadura baazista de Sadam, cuando "teníamos clubes nocturnos, bares, áreas de encuentro y una red de asambleas sociales", explica Ali. "Entonces, las autoridades iraquíes sabían de nosotros y nunca escuchamos que nadie fuera asesinado por su condición sexual bajo el régimen de Sadam".
Otros miembros de Iraqi LGBT rememoran cómo, entre mediados de los 80 y principios de los 90, la vida nocturna de los homosexuales en Bagdad era la envidia de Oriente Próximo. Tanto que atraía a los gays de Kuwait o Arabia Saudí a las orillas del Tigris, en la avenida de Abu Nuwas –uno de los grandes poetas árabes, abiertamente homosexual- donde se reunían, a menudo, maquillados, en los bares de hoteles como el Sheraton o el Palestine. "Hasta 1991, hubo libertad sexual. Fue un tiempo revolucionario", prosigue Hili.
Hoy en día, para un homosexual iraquí es inimaginable usar lápiz de labios. Mucho menos le condena a una suerte incierta. Kamal tenía 16 años cuando, en 2005, fue detenido por hombres armados. En el forcejeo uno se apercibió que su torso estaba rasurado, lo que delató su condición sexual. Durante 15 días fue violado repetidamente por sus captores, hasta que su familia aceptó pagar un rescate de más de 1.000 euros. Nunca admitió ante ellos haber sido ultrajado.
De ahí que Ali Hili, seudónimo con el que protege a su familia, exija la implantación de una verdadera democracia donde se respeten los derechos básicos. "Yo vivía en Bagdad como un gay de forma abierta, aceptado y respetado por mis amigos y mis colegas de trabajo, y deseo volver a hacerlo".