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Capturado por su fuego: La historia de un avivamiento


Algunas personas se acercaron para recibir oración y noté que después de orar por ellos, algunos temblaban igual que yo.
Básicamente, como pastor de una iglesia creciente de la capital de la provincia de Buenos Aires, pensé que estaba haciendo las cosas bien para el Señor, y suponía que todo lo que necesitaba para fortalecer mi ministerio era recibir un toque de El en estos lugares de avivamiento.

Sin embargo, había en mi corazón un clamor, una oración extraña que había estado haciendo durante los meses anteriores. Varias veces, mientras me encontraba de rodillas, me había oído a mí mismo decir: "Señor, si no traes otro avivamiento refiero morir; no deseo vivir más".

Entonces reprendí a mi alma, porque tengo tres hijos pequeños y una esposa maravillosa. Además, al ministerio no le iba tan mal, así que pensé: "¡No debo orar de esta manera, porque el Señor puede responder y llevarme con Él!'

Pero al día siguiente me encontraba orando las mismas cosas. Entonces entendí que el Espíritu Santo estaba poniendo en mi corazón una carga por el avivamiento; estaba desarrollando un hambre santo por el Señor. El predicador escocés John Knox solía decir, "Señor, dame Escocia o me muero"

Como muchos otros, oraba por el avivamiento, pero no me preparaba para recibirlo. Viajé a Pensacola, Florida, con la intención de visitar el avivamiento de la Iglesia Brownsville de las Asambleas de Dios. El derramamiento en esta iglesia había comenzado el Día del Padre, en 1995. Desde ese entonces, más de tres millones de personas han visitado ese avivamiento, y centenares de millares han renovado o entregado sus vidas a Cristo. Este avivamiento está marcado por un llamado profundo hacia el arrepentimiento.

No fui decepcionado por lo que vi en Pensacola. Me regocije en el Señor, viví horas de gloria y de bendición, y presencié cómo centenares de personas pasaron al frente para recibir a Cristo. Tuve una experiencia maravillosa en Pensacola y sentí que Dios me había tocado. Pero no tenía idea de cuán profundamente lo había hecho. Después de estar una noche en Pensacola, a la mañana siguiente partí muy temprano para Elkhart, Indiana, donde vive la familia de mi esposa y donde está instalada nuestra oficina ministerial de Estados Unidos.

CORRIENDO HACIA LA PRÓXIMA REUNIÓN

Llegué a Elkhart el viernes, y me sentía restaurado y renovado. La mañana del domingo, 18 de mayo de 1997, pasé a saludar brevemente a la congregación de Zion Chapel, que había sido nuestra iglesia cuando vivíamos en los Estados Unidos. Disponía solamente de unos minutos en el programa de esa mañana, pues luego predicaría otro visitante. De hecho, se suponía que me iría rápidamente para predicar en otra iglesia. Lo que no sabía era que el Señor tenía planes diferentes.

Compartí un saludo y entonces el pastor, Steve Chupp, dijo: "Pidamos al Pastor Sergio que pase al frente para que podamos orar por él antes de que se vaya a predicar a Maranatha Fellowship, y así les pueda llevar el fuego a ellos". Ésas fueron sus palabras. Él invitó a algunos jóvenes a que oraran por mí. (Tú sabes, amado lector, que los jóvenes son realmente peligrosos cuando están en las manos de Dios).

Varios jóvenes comenzaron a orar muy tranquilamente por mí mientras yo estaba parado enfrente del santuario, justo delante de la plataforma. Hasta ese momento todo ocurría normalmente y de acuerdo al boletín de la iglesia. Cerré los ojos mientras los jóvenes comenzaban a orar; mi mente no estaba en el avivamiento ni en nada semejante: estaba apurado por llegar a la otra iglesia para predicar. Pero de repente, mis manos comenzaron a temblar sin mi permiso, y no podía controlarlas.

Fui criado dentro de las Asambleas de Dios. Mi papá, Alberto Scataglini, era un líder prominente de las Asambleas de Dios en Argentina, donde sirvió como superintendente de la denominación y en varias otras funciones. En nuestra denominación (y especialmente con el entrenamiento que recibí de mi padre) cuando un pastor está en el púlpito, él está al control. Sí, dejamos que el Señor nos use, pero no dejamos que las cosas se salgan fuera de control. Como decía mi papá: "Si el pastor pierde el control, ¿qué sucederá con el resto de la congregación?"

Ése es un consejo sabio. Pero en este caso, por primera vez, me estaba sucediendo en el púlpito algo que no podía controlar. Pensé: "Esto está fuera de lugar". Abrí los ojos y miré a la congregación, frente a mí: a nadie más le temblaban las manos. Apreté mis manos firmemente, intentando detener los temblores ¡y entonces todo mi cuerpo comenzó a temblar! Recuerdo que trabé mis rodillas y traté de pararme con firmeza en un inútil intento de frenar el temblor que corría por todo mi cuerpo. Y entonces me caí al piso.

Algo extraño me sucedía y me dije: "Esto no tiene sentido; debo levantarme". Estaba en el piso, temblando incontrolablemente. Miraba a la congregación y ellos me miraban a mí. ¡Habían dejado de orar y todo era silencio! El pastor comenzó a dirigir algunos coros. Creo que no sabían qué hacer conmigo. En un momento lloraba y al otro reía. Me sentía apenado, sorprendido y sumamente feliz, todo al mismo tiempo.

Pensé: "Tengo que salir de aquí Intenté levantarme tres veces. La tercera vez dos líderes de la iglesia me ayudaron a ponerme en pie. El pastor asociado me sostenía, mientras el pastor bajó del púlpito y se paró a mi lado.

Llorando, le dije: "Pastor, no me deje interrumpir esta reunión; por favor sáqueme de aquí". Pero este pastor puso su brazo alrededor de mi hombro y me dijo: "No estás interrumpiendo, hermano. Esta es la presencia de Dios". Sus sencillas palabras fueron un bálsamo para mi alma.

Finalmente, dos hombres me ayudaron a caminar. Pensé que me llevarían a un cuarto apartado, pues deseaba desesperadamente estar a solas con Dios. Pero ellos tuvieron la mala idea de sentarme en primera fila.

Continué temblando y cada pocos minutos me caía al piso y alguien tenía que levantarme y sentarme en la silla. Entonces comencé a gritar. Como tenia mi pañuelo, me tapé la boca con él diciéndome: "No debo interrumpir esta reunión". Hice todo lo posible por refrenarme, pero cuanto más intentaba controlarme, más fuertes eran las olas del Espíritu Santo que venían sobre mí.

Tiempo después aprendí que eso que había experimentado era el fuego de Dios. Como ya describí en la introducción, este fuego santo es un toque directo de Dios que nos motiva a odiar el pecado y amar la pureza, con el propósito de ganar almas para el Reino. Es una pasión que consume y nos hace amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas. Ese día sentí literalmente que olas de poder cubrían mis huesos y mi cuerpo. Su gloria estaba allí. En aquel instante no sabía cómo llamarlo. Sin embargo, ahora sé que el fuego de Dios es muy bíblico. Cuando Juan el Bautista le estaba preparando el camino a Cristo, se refirió al bautismo de fuego cuando dijo: Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene detrás de mi, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego (Mateo 3: 1 l

En el verso siguiente, Juan dice: Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará (Mateo 3:12).

Su fuego es un fuego santo; no se apaga y quema el pecado de nuestras vidas. Los que no se sometan a su fuego, serán quemados completamente, como la paja desmenuzada. Su fuego arderá, ya sea en purificación o en juicio.

ENFRENTANDO A MIS SUEGROS

Sin pedirme permiso, alguien fue a la oficina de la iglesia y llamó al pastor de la iglesia donde me esperaban para predicar, y le dijo: "Parece que este hermano no va a poder predicar hoy". ¡Me tomó dos semanas poder llegar a esa iglesia para predicar!

Mientras estaba hundido en mi asiento de primera fila, pensaba: "-Oh, qué ola tan maravillosa del poder de Dios. Estoy seguro de que voy a predicar poderosamente esta mañana!" No tenía noción de que ya había pasado una hora y media. Hacia el final del servicio el pastor se me acercó, me ayudó a pararme y colocó el micrófono delante de mí, pues quería que ministrara un poco a la congregación. Al intentar hablar, me di cuenta de que no lo estaba haciendo correctamente. Sé que tengo un acento hispano cuando hablo en inglés, pero esto era peor.

Algunas personas se acercaron para recibir oración y noté que después de orar por ellos, algunos temblaban igual que yo. Me asusté; era demasiado para mí en un solo día. Luego, un hermano me hizo una pregunta un poco embarazoso; dijo: "Hermano, ¿necesita que alguien lo lleve a su casa ?" Le respondí: "Sí, pienso que lo necesito". Yo estaba con un coche prestado, y este hermano me llevó a casa en él.

Tenía una sola oración al llegar a la casa de mis suegros: mientras continuaba temblando, llorando y riendo, oré: "Señor, por favor no dejes que mis suegros me vean en este estado' Oraba para que no estuvieran en casa cuando yo 1 legara. Realmente oré con fervor. Permítame explicarle: mis suegros son cristianos que aman al Señor. Creo que estamos en el mismo reino, sólo que en diferentes vecindarios, y a través de los años hemos tenido cierto nivel de tensión teológico. Oré: "Señor, no permitas que esto sea causa de división'.

Cuando abrimos la puerta de la casa, mis suegros estaban parados frente a mí. Yo no podía caminar muy bien y el hermano que me había conducido a casa me sostenía para que no me caiga. No podía hablar con claridad, pero recuerdo que le dije a mi suegra: "Mamá, estoy bien, no te preocupes. Pero por favor no me mires". Inmediatamente mi suegra levantó sus manos al cielo; comenzó a llorar y alabar a Dios, y entró en un ayuno de tres días. Y cuando me iba acercando a mi habitación, para mi sorpresa, la escuché decir: "¡Esto es lo que necesitamos en nuestras iglesias!".

El hermano comenzó a hablarles y explicarles lo qué había sucedido, lo cual me dio la oportunidad de llegar finalmente hasta mi habitación. No podía caminar, pero podía arrastrarme y gatear. Comencé a subir lentamente las escaleras. Por fin llegué a mi habitación, en el segundo piso, y cerré la puerta. ¡Qué feliz me sentía de poder estar solo! Continué temblando y llorando y sin saber qué me sucedía. Dos horas después, las manifestaciones cesaron totalmente. Todo volvió a la normalidad y no tenía más temblores. Pensé: "Tengo muchas cosas que contarle a mi iglesia de La Plata". Creí que ése había sido el final de mi experiencia.

NO FUE UN TOQUE SINO UNA TRANSFORMACIÓN

Como creía haber vuelto a la normalidad, bajé a explicarles a mis suegros lo que me había ocurrido. Antes de poder hacerlo, mi suegra me puso enfrente un plato de comida y dijo: "¡Qué maravilloso es el Señor!", y cuando lo dijo sentí que la gloria del Señor volvía a caer sobre mí. Caí hacia atrás sobre el piso y comencé a temblar. Luego empecé a arrastrarme otra vez hacia las escaleras para llegar a mi habitación.

Debía confirmar a otro pastor de la zona que predicaría en su iglesia, pero no podía ni siquiera hacer una llamada telefónica. Yo pensaba: "Señor, si este fuego proviene de ti', ¿por qué no me estás dejando hacer mi trabajo? Debo estar ocupado, más ocupado que nunca". Sobre mi escritorio tenía una lista impresionante de cosas por hacer. Además, el boleto de avión era caro y sentía que mi responsabilidad era hacer cosas. Miraba la lista y la lista me miraba a mí. Deseaba ocupar mi tiempo para el Señor; pero el Señor tenía otros planes para mí. A El no le interesaba mi agenda. De hecho, ¡la hizo pedazos!

Esa noche fui a una reunión unida de varias congregaciones. Me senté en la parte posterior, y de pronto la presencia del Señor vino sobre mí y comencé a temblar incontrolablemente. Me dije: "No sé que va a pensar la gente si esta manifestación comienza otra vez 33 . Así que corrí a mi coche y continué temblando mientras conducía de una población a otra. Sólo deseaba llegar a la casa de mis suegros y esconderme allí.

Al Señor no le interesaba mi agenda:

¡La hizo pedazos!

Al día siguiente, la presencia del Señor era aún más poderosa. Comencé a planchar mi camisa a las 7 de la mañana, porque quería salir de la casa y hacer las cosas que tenía que hacer para Dios; pero no acabé de planchar mi camisa hasta cerca de las 3 de la tarde porque mientras planchaba la gloria del Señor llenaba el cuarto y yo caía al suelo en adoración.

LA MANIFESTACIÓN DE SU PRESENCIA

Dios no es igual a nosotros: El es más poderoso, por eso no cabe dentro de nuestros viejos moldes. Por eso no puedes tener un derramamiento del Espíritu Santo en tu vida y conservar los mismos odres. Debemos cambiar los odres antes de que el Espíritu pueda descender sobre nuestras vidas. Si estás muy aferrado a tus propios hábitos y patrones de vida y viene el Espíritu Santo, El romperá los odres viejos.

Los odres nuevos son diferentes porque se estiran. El Señor impartirá a muchos de ustedes una flexibilidad especial para el Espíritu Santo. Dirás: -"Señor, yo puedo estirarme; no importa que tenga más de 40, 50 o 60 años: en mi corazón hay lugar para Tu voluntad".

Mateo 3:11 dice: "El os bautizará en Espíritu Santo y fuego". Hay tanta gente que dice: "Oh, recibí el Espíritu Santo hace quince años". Creo que el Espíritu Santo llega a nuestros corazones cuando recibimos a Jesús, ése es el comienzo.

Su presencia está con nosotros: no podríamos ser cristianos sin el Espíritu. Pero después viene el bautismo del Espíritu Santo. Cuando recibimos a Cristo, el Espíritu viene a morar dentro de nosotros. Cuando recibimos el bautismo del Espíritu, el Espíritu fluye y se desborda a través de nosotros. Pueden ocurrir diversas manifestaciones externas, según Dios disponga, pero la segura evidencia interna es el poder para testificar (vea Hechos 1:8) y una pasión renovada por Dios y por las almas.

De alguna forma hemos cometido el error de separar al bautismo del Espíritu Santo del fuego del Espíritu Santo. Debemos recordar las palabras de Juan el Bautista, quien no separó las dos cosas, sino dijo que Jesús nos bautizaría con el Espíritu Santo y con fuego. Una cosa va con la otra. Estamos destinados a hacer grandes hazañas para Dios y a vivir vidas de pasión santa.

Muchos cristianos no producen fruto porque dicen: "Tengo el Espíritu Santo, pero no tengo el fuego. No tengo el fuego para las naciones, para mi ciudad o para mis familiares perdidos". Hermanos, El se está moviendo poderosamente como nunca antes, y se está manifestando a través de señales, milagros y prodigios. Creo que el Espíritu Santo es el mismo hoy, mañana y ayer, pero Él puede elegir cómo manifiesta Su presencia a Su pueblo. Él puede manifestar Su presencia a través de un maravilloso río de unción, pero también puede manifestar Su presencia mediante un abrupto fuego de Dios. Él está en el terremoto, y Él está en el silbo apacible.

La unción es dulce, y puede describirse como el depósito de dones y gracia que Dios coloca en nosotros. Es la presencia tangible de Dios para cumplir el ministerio. Pero el fuego es abrupto ¡y consumirá todo lo que tienes! El fuego agrega combustible a 1a unción y nos capacita para llegar a mayores niveles de santidad. El fuego nos da poder; la unción nos equipa.

Dios decide cómo elige manifestarse, pero sin duda el trato del Señor con su Iglesia es más fuerte en estos días. La Novia de Jesucristo está casi lista para el Esposo. El Espíritu Santo está planchando las últimas arrugas y está limpiando las manchas que aún quedan. ¡Está preparando una Iglesia hermosa para la gran boda entre Su Iglesia y nuestro Señor y Salvador Jesucristo!

¿Estás listo para que el Espíritu Santo interrumpa tu agenda y haga lo que El quiera? A veces decimos: "Señor, cambia mi vida, pero no cambies mi formalismo. No toques mi territorio seguro. Ésta es mi área de comodidad y no quiero que te acerques demasiado". ¡Pero el problema es que cuando oras por un avivamiento, lo recibes!

El Señor quiere descender con poder sobre cada persona. Sobre todos. Pero debemos dejar que el Espíritu Santo haga Su trabajo, a Su manera y en Su tiempo, porque el Señor Todopoderoso es soberano.

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Capturado por su fuego: La historia de un avivamiento


Algunas personas se acercaron para recibir oración y noté que después de orar por ellos, algunos temblaban igual que yo.
Básicamente, como pastor de una iglesia creciente de la capital de la provincia de Buenos Aires, pensé que estaba haciendo las cosas bien para el Señor, y suponía que todo lo que necesitaba para fortalecer mi ministerio era recibir un toque de El en estos lugares de avivamiento.

Sin embargo, había en mi corazón un clamor, una oración extraña que había estado haciendo durante los meses anteriores. Varias veces, mientras me encontraba de rodillas, me había oído a mí mismo decir: "Señor, si no traes otro avivamiento refiero morir; no deseo vivir más".

Entonces reprendí a mi alma, porque tengo tres hijos pequeños y una esposa maravillosa. Además, al ministerio no le iba tan mal, así que pensé: "¡No debo orar de esta manera, porque el Señor puede responder y llevarme con Él!'

Pero al día siguiente me encontraba orando las mismas cosas. Entonces entendí que el Espíritu Santo estaba poniendo en mi corazón una carga por el avivamiento; estaba desarrollando un hambre santo por el Señor. El predicador escocés John Knox solía decir, "Señor, dame Escocia o me muero"

Como muchos otros, oraba por el avivamiento, pero no me preparaba para recibirlo. Viajé a Pensacola, Florida, con la intención de visitar el avivamiento de la Iglesia Brownsville de las Asambleas de Dios. El derramamiento en esta iglesia había comenzado el Día del Padre, en 1995. Desde ese entonces, más de tres millones de personas han visitado ese avivamiento, y centenares de millares han renovado o entregado sus vidas a Cristo. Este avivamiento está marcado por un llamado profundo hacia el arrepentimiento.

No fui decepcionado por lo que vi en Pensacola. Me regocije en el Señor, viví horas de gloria y de bendición, y presencié cómo centenares de personas pasaron al frente para recibir a Cristo. Tuve una experiencia maravillosa en Pensacola y sentí que Dios me había tocado. Pero no tenía idea de cuán profundamente lo había hecho. Después de estar una noche en Pensacola, a la mañana siguiente partí muy temprano para Elkhart, Indiana, donde vive la familia de mi esposa y donde está instalada nuestra oficina ministerial de Estados Unidos.

CORRIENDO HACIA LA PRÓXIMA REUNIÓN

Llegué a Elkhart el viernes, y me sentía restaurado y renovado. La mañana del domingo, 18 de mayo de 1997, pasé a saludar brevemente a la congregación de Zion Chapel, que había sido nuestra iglesia cuando vivíamos en los Estados Unidos. Disponía solamente de unos minutos en el programa de esa mañana, pues luego predicaría otro visitante. De hecho, se suponía que me iría rápidamente para predicar en otra iglesia. Lo que no sabía era que el Señor tenía planes diferentes.

Compartí un saludo y entonces el pastor, Steve Chupp, dijo: "Pidamos al Pastor Sergio que pase al frente para que podamos orar por él antes de que se vaya a predicar a Maranatha Fellowship, y así les pueda llevar el fuego a ellos". Ésas fueron sus palabras. Él invitó a algunos jóvenes a que oraran por mí. (Tú sabes, amado lector, que los jóvenes son realmente peligrosos cuando están en las manos de Dios).

Varios jóvenes comenzaron a orar muy tranquilamente por mí mientras yo estaba parado enfrente del santuario, justo delante de la plataforma. Hasta ese momento todo ocurría normalmente y de acuerdo al boletín de la iglesia. Cerré los ojos mientras los jóvenes comenzaban a orar; mi mente no estaba en el avivamiento ni en nada semejante: estaba apurado por llegar a la otra iglesia para predicar. Pero de repente, mis manos comenzaron a temblar sin mi permiso, y no podía controlarlas.

Fui criado dentro de las Asambleas de Dios. Mi papá, Alberto Scataglini, era un líder prominente de las Asambleas de Dios en Argentina, donde sirvió como superintendente de la denominación y en varias otras funciones. En nuestra denominación (y especialmente con el entrenamiento que recibí de mi padre) cuando un pastor está en el púlpito, él está al control. Sí, dejamos que el Señor nos use, pero no dejamos que las cosas se salgan fuera de control. Como decía mi papá: "Si el pastor pierde el control, ¿qué sucederá con el resto de la congregación?"

Ése es un consejo sabio. Pero en este caso, por primera vez, me estaba sucediendo en el púlpito algo que no podía controlar. Pensé: "Esto está fuera de lugar". Abrí los ojos y miré a la congregación, frente a mí: a nadie más le temblaban las manos. Apreté mis manos firmemente, intentando detener los temblores ¡y entonces todo mi cuerpo comenzó a temblar! Recuerdo que trabé mis rodillas y traté de pararme con firmeza en un inútil intento de frenar el temblor que corría por todo mi cuerpo. Y entonces me caí al piso.

Algo extraño me sucedía y me dije: "Esto no tiene sentido; debo levantarme". Estaba en el piso, temblando incontrolablemente. Miraba a la congregación y ellos me miraban a mí. ¡Habían dejado de orar y todo era silencio! El pastor comenzó a dirigir algunos coros. Creo que no sabían qué hacer conmigo. En un momento lloraba y al otro reía. Me sentía apenado, sorprendido y sumamente feliz, todo al mismo tiempo.

Pensé: "Tengo que salir de aquí Intenté levantarme tres veces. La tercera vez dos líderes de la iglesia me ayudaron a ponerme en pie. El pastor asociado me sostenía, mientras el pastor bajó del púlpito y se paró a mi lado.

Llorando, le dije: "Pastor, no me deje interrumpir esta reunión; por favor sáqueme de aquí". Pero este pastor puso su brazo alrededor de mi hombro y me dijo: "No estás interrumpiendo, hermano. Esta es la presencia de Dios". Sus sencillas palabras fueron un bálsamo para mi alma.

Finalmente, dos hombres me ayudaron a caminar. Pensé que me llevarían a un cuarto apartado, pues deseaba desesperadamente estar a solas con Dios. Pero ellos tuvieron la mala idea de sentarme en primera fila.

Continué temblando y cada pocos minutos me caía al piso y alguien tenía que levantarme y sentarme en la silla. Entonces comencé a gritar. Como tenia mi pañuelo, me tapé la boca con él diciéndome: "No debo interrumpir esta reunión". Hice todo lo posible por refrenarme, pero cuanto más intentaba controlarme, más fuertes eran las olas del Espíritu Santo que venían sobre mí.

Tiempo después aprendí que eso que había experimentado era el fuego de Dios. Como ya describí en la introducción, este fuego santo es un toque directo de Dios que nos motiva a odiar el pecado y amar la pureza, con el propósito de ganar almas para el Reino. Es una pasión que consume y nos hace amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas. Ese día sentí literalmente que olas de poder cubrían mis huesos y mi cuerpo. Su gloria estaba allí. En aquel instante no sabía cómo llamarlo. Sin embargo, ahora sé que el fuego de Dios es muy bíblico. Cuando Juan el Bautista le estaba preparando el camino a Cristo, se refirió al bautismo de fuego cuando dijo: Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene detrás de mi, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego (Mateo 3: 1 l

En el verso siguiente, Juan dice: Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará (Mateo 3:12).

Su fuego es un fuego santo; no se apaga y quema el pecado de nuestras vidas. Los que no se sometan a su fuego, serán quemados completamente, como la paja desmenuzada. Su fuego arderá, ya sea en purificación o en juicio.

ENFRENTANDO A MIS SUEGROS

Sin pedirme permiso, alguien fue a la oficina de la iglesia y llamó al pastor de la iglesia donde me esperaban para predicar, y le dijo: "Parece que este hermano no va a poder predicar hoy". ¡Me tomó dos semanas poder llegar a esa iglesia para predicar!

Mientras estaba hundido en mi asiento de primera fila, pensaba: "-Oh, qué ola tan maravillosa del poder de Dios. Estoy seguro de que voy a predicar poderosamente esta mañana!" No tenía noción de que ya había pasado una hora y media. Hacia el final del servicio el pastor se me acercó, me ayudó a pararme y colocó el micrófono delante de mí, pues quería que ministrara un poco a la congregación. Al intentar hablar, me di cuenta de que no lo estaba haciendo correctamente. Sé que tengo un acento hispano cuando hablo en inglés, pero esto era peor.

Algunas personas se acercaron para recibir oración y noté que después de orar por ellos, algunos temblaban igual que yo. Me asusté; era demasiado para mí en un solo día. Luego, un hermano me hizo una pregunta un poco embarazoso; dijo: "Hermano, ¿necesita que alguien lo lleve a su casa ?" Le respondí: "Sí, pienso que lo necesito". Yo estaba con un coche prestado, y este hermano me llevó a casa en él.

Tenía una sola oración al llegar a la casa de mis suegros: mientras continuaba temblando, llorando y riendo, oré: "Señor, por favor no dejes que mis suegros me vean en este estado' Oraba para que no estuvieran en casa cuando yo 1 legara. Realmente oré con fervor. Permítame explicarle: mis suegros son cristianos que aman al Señor. Creo que estamos en el mismo reino, sólo que en diferentes vecindarios, y a través de los años hemos tenido cierto nivel de tensión teológico. Oré: "Señor, no permitas que esto sea causa de división'.

Cuando abrimos la puerta de la casa, mis suegros estaban parados frente a mí. Yo no podía caminar muy bien y el hermano que me había conducido a casa me sostenía para que no me caiga. No podía hablar con claridad, pero recuerdo que le dije a mi suegra: "Mamá, estoy bien, no te preocupes. Pero por favor no me mires". Inmediatamente mi suegra levantó sus manos al cielo; comenzó a llorar y alabar a Dios, y entró en un ayuno de tres días. Y cuando me iba acercando a mi habitación, para mi sorpresa, la escuché decir: "¡Esto es lo que necesitamos en nuestras iglesias!".

El hermano comenzó a hablarles y explicarles lo qué había sucedido, lo cual me dio la oportunidad de llegar finalmente hasta mi habitación. No podía caminar, pero podía arrastrarme y gatear. Comencé a subir lentamente las escaleras. Por fin llegué a mi habitación, en el segundo piso, y cerré la puerta. ¡Qué feliz me sentía de poder estar solo! Continué temblando y llorando y sin saber qué me sucedía. Dos horas después, las manifestaciones cesaron totalmente. Todo volvió a la normalidad y no tenía más temblores. Pensé: "Tengo muchas cosas que contarle a mi iglesia de La Plata". Creí que ése había sido el final de mi experiencia.

NO FUE UN TOQUE SINO UNA TRANSFORMACIÓN

Como creía haber vuelto a la normalidad, bajé a explicarles a mis suegros lo que me había ocurrido. Antes de poder hacerlo, mi suegra me puso enfrente un plato de comida y dijo: "¡Qué maravilloso es el Señor!", y cuando lo dijo sentí que la gloria del Señor volvía a caer sobre mí. Caí hacia atrás sobre el piso y comencé a temblar. Luego empecé a arrastrarme otra vez hacia las escaleras para llegar a mi habitación.

Debía confirmar a otro pastor de la zona que predicaría en su iglesia, pero no podía ni siquiera hacer una llamada telefónica. Yo pensaba: "Señor, si este fuego proviene de ti', ¿por qué no me estás dejando hacer mi trabajo? Debo estar ocupado, más ocupado que nunca". Sobre mi escritorio tenía una lista impresionante de cosas por hacer. Además, el boleto de avión era caro y sentía que mi responsabilidad era hacer cosas. Miraba la lista y la lista me miraba a mí. Deseaba ocupar mi tiempo para el Señor; pero el Señor tenía otros planes para mí. A El no le interesaba mi agenda. De hecho, ¡la hizo pedazos!

Esa noche fui a una reunión unida de varias congregaciones. Me senté en la parte posterior, y de pronto la presencia del Señor vino sobre mí y comencé a temblar incontrolablemente. Me dije: "No sé que va a pensar la gente si esta manifestación comienza otra vez 33 . Así que corrí a mi coche y continué temblando mientras conducía de una población a otra. Sólo deseaba llegar a la casa de mis suegros y esconderme allí.

Al Señor no le interesaba mi agenda:

¡La hizo pedazos!

Al día siguiente, la presencia del Señor era aún más poderosa. Comencé a planchar mi camisa a las 7 de la mañana, porque quería salir de la casa y hacer las cosas que tenía que hacer para Dios; pero no acabé de planchar mi camisa hasta cerca de las 3 de la tarde porque mientras planchaba la gloria del Señor llenaba el cuarto y yo caía al suelo en adoración.

LA MANIFESTACIÓN DE SU PRESENCIA

Dios no es igual a nosotros: El es más poderoso, por eso no cabe dentro de nuestros viejos moldes. Por eso no puedes tener un derramamiento del Espíritu Santo en tu vida y conservar los mismos odres. Debemos cambiar los odres antes de que el Espíritu pueda descender sobre nuestras vidas. Si estás muy aferrado a tus propios hábitos y patrones de vida y viene el Espíritu Santo, El romperá los odres viejos.

Los odres nuevos son diferentes porque se estiran. El Señor impartirá a muchos de ustedes una flexibilidad especial para el Espíritu Santo. Dirás: -"Señor, yo puedo estirarme; no importa que tenga más de 40, 50 o 60 años: en mi corazón hay lugar para Tu voluntad".

Mateo 3:11 dice: "El os bautizará en Espíritu Santo y fuego". Hay tanta gente que dice: "Oh, recibí el Espíritu Santo hace quince años". Creo que el Espíritu Santo llega a nuestros corazones cuando recibimos a Jesús, ése es el comienzo.

Su presencia está con nosotros: no podríamos ser cristianos sin el Espíritu. Pero después viene el bautismo del Espíritu Santo. Cuando recibimos a Cristo, el Espíritu viene a morar dentro de nosotros. Cuando recibimos el bautismo del Espíritu, el Espíritu fluye y se desborda a través de nosotros. Pueden ocurrir diversas manifestaciones externas, según Dios disponga, pero la segura evidencia interna es el poder para testificar (vea Hechos 1:8) y una pasión renovada por Dios y por las almas.

De alguna forma hemos cometido el error de separar al bautismo del Espíritu Santo del fuego del Espíritu Santo. Debemos recordar las palabras de Juan el Bautista, quien no separó las dos cosas, sino dijo que Jesús nos bautizaría con el Espíritu Santo y con fuego. Una cosa va con la otra. Estamos destinados a hacer grandes hazañas para Dios y a vivir vidas de pasión santa.

Muchos cristianos no producen fruto porque dicen: "Tengo el Espíritu Santo, pero no tengo el fuego. No tengo el fuego para las naciones, para mi ciudad o para mis familiares perdidos". Hermanos, El se está moviendo poderosamente como nunca antes, y se está manifestando a través de señales, milagros y prodigios. Creo que el Espíritu Santo es el mismo hoy, mañana y ayer, pero Él puede elegir cómo manifiesta Su presencia a Su pueblo. Él puede manifestar Su presencia a través de un maravilloso río de unción, pero también puede manifestar Su presencia mediante un abrupto fuego de Dios. Él está en el terremoto, y Él está en el silbo apacible.

La unción es dulce, y puede describirse como el depósito de dones y gracia que Dios coloca en nosotros. Es la presencia tangible de Dios para cumplir el ministerio. Pero el fuego es abrupto ¡y consumirá todo lo que tienes! El fuego agrega combustible a 1a unción y nos capacita para llegar a mayores niveles de santidad. El fuego nos da poder; la unción nos equipa.

Dios decide cómo elige manifestarse, pero sin duda el trato del Señor con su Iglesia es más fuerte en estos días. La Novia de Jesucristo está casi lista para el Esposo. El Espíritu Santo está planchando las últimas arrugas y está limpiando las manchas que aún quedan. ¡Está preparando una Iglesia hermosa para la gran boda entre Su Iglesia y nuestro Señor y Salvador Jesucristo!

¿Estás listo para que el Espíritu Santo interrumpa tu agenda y haga lo que El quiera? A veces decimos: "Señor, cambia mi vida, pero no cambies mi formalismo. No toques mi territorio seguro. Ésta es mi área de comodidad y no quiero que te acerques demasiado". ¡Pero el problema es que cuando oras por un avivamiento, lo recibes!

El Señor quiere descender con poder sobre cada persona. Sobre todos. Pero debemos dejar que el Espíritu Santo haga Su trabajo, a Su manera y en Su tiempo, porque el Señor Todopoderoso es soberano.