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EN EL TRIBUNAL DE CRISTO

En Romanos 14: 10-12 se presenta la firma de una mayordomía. En conexión con el juicio de los demás se hace la exhortación:
«¿Por qué a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí"
En este pasaje se nos exhorta a que no tratemos de evaluar la calidad de las obras de otro cristiano.
Esto no significa que no debamos juzgar y rechazar el pecado, sino que se refiere más bien a la calidad y el valor de la vida. Con demasiada frecuencia los cristianos se dejan llevar por el deseo de criticar a los demás a fin de que sus propias vidas parezcan un poco mejor ante sus propios ojos. En otras palabras, reducen casi a la nada a sus hermanos, en un esfuerzo de exaltarse a sí mismos.
Este pasaje de Romanos, revela que cada cristiano tendrá que rendir cuenta a Dios. La figura es de un mayordomo o persona a la que se ha confiado algo. Todo lo que el creyente tiene en la vida —su capacidad intelectual, dones naturales, salud física, dones espirituales, la riqueza— es un don de Dios para él. Mientras más se le confía, tendrá más de qué dar cuenta. Como se afirma en 1 Corintios 6:19-20: “No sois vuestros, habéis sido comprados por precio”.
Como mayordomos, tendremos que dar cuenta ante el tribunal de Cristo de todo lo que Dios nos ha dado, y no seremos responsables de lo que fue dado a los demás, pero sí tendremos que responder de lo que nos fue dado a nosotros.
La clave del juicio no será el éxito o el aplauso público que se haya tenido, sino la fidelidad en el uso de lo que Dios nos ha encomendado.
En 1 Corintios 3:9-15 La vida del creyente es considerada como un edificio levantado sobre Cristo como fundamento. Al determinar la fuerza de este pasaje, debe observarse:
a) Se tiene en vista solamente a los salvados. El pronombre personal «nosotros» y el «vosotros» incluyen a todos los salvados y excluye a todos los que no son salvos; de igual modo, la palabra «alguno» se refiere solamente a quién esté edificando sobre la Roca que es Cristo Jesús.
b) Habiendo presentado a los corintios el evangelio por el cual fueron salvados —salvación proporcionada por la Roca sobre la cual los salvados están—, el apóstol Pablo se compara con un perito arquitecto que ha puesto el fundamento o cimiento; pero, en agudo contraste con esto, señala que cada creyente por sí mismo está levantando la sobre estructura sobre el fundamento único proporcionado por la gracia de Dios.
Por eso, el llamamiento es a que cada uno mire cómo sobreedifica. Esto no es una referencia a la así llamada “construcción del carácter”, que no tiene base en los pasajes dirigidos a los santos de esta dispensación; el carácter de ellos es el «fruto del Espíritu» (Ga. 5:22-23) y es realizado, no por esfuerzos carnales, sino por el andar en el Espíritu (Gal. 5:16). Se presenta al creyente levantando una estructura de servicio, u obras, que tiene que ser probada por fuego, posiblemente por los ojos de fuego de nuestro Señor ante el cual tendrá que presentarse (Ap. 1:14).
c) La obra que el cristiano está edificando sobre Cristo puede ser de madera, heno, hojarasca, que el fuego puedo destruir; o puede ser de oro, plata y piedras preciosas que el fuego no destruye y que, en el caso del oro y la plata, en cambio, las purifica.
d) A aquel cuya obra levantada sobre Cristo permanezca, le será dada una recompensa; pero a aquel cuya obra sea quemada sufrirá pérdida: no de su salvación, que es asegurada por medio de la obra consumada de Cristo, sino de su recompensa. Aun cuando pasó por el fuego que va a probar la obra de cada cristiano y sufra la pérdida de su recompensa, él mismo será salvo.
En 1 Corintios 9:16-27, y especialmente en los versículos 24-27, se usa la figura de una carrera y el ganar el premio para revelar la calidad de la vida y del servicio cristiano. Haciendo referencia a su propio servicio en la predicación del evangelio, el apóstol pregunta: «¿Cuál, pues, es mi galardón?» La verdadera respuesta a esta pregunta depende, naturalmente, de la naturaleza y calidad del servicio rendido a Dios. Por lo tanto, el apóstol continúa haciendo un recuento de su fidelidad en la obra (versículos 18-23); nadie negará la veracidad de su informe.
Luego compara el servicio cristiano o una carrera en que todos los creyentes están participando, y que, como en una carrera, uno solo recibe el premio y sólo por un esfuerzo superior.
En forma similar, el creyente debiera poner en ejercicio todas sus fuerzas en el servicio cristiano, a fin de obtener la recompensa completa, correr como si quisiera superar a los demás.
Así como el atleta se abstiene de muchas cosas a fin de obtener una corona corruptible, el cristiano debe abstenerse de todo a fin de obtener la corona incorruptible. El autocontrol del apóstol se ve en el hecho de que mantenía en sujeción su propio cuerpo a fin de evitar que algún servicio indigno y no de todo corazón por los demás, hiciera que fuera reprobado.
La palabra traducida aquí «eliminado» es adokimos, que es la forma negativa de dokimos; dokimos se traduce por «aprobada» (Ro. 14:18; 16:10; 1 Co. 11:19; 2 Co. 10:18; 2 Ti. 2:15),: por lo que adokimos debe traducirse «desaprobado» Puesto que no está en duda la salvación del apóstol, él no tiene miedo de ser desechado por Dios para siempre; tiene temor de ser desaprobado en la esfera de servicio.
La recompensa del cristiano a veces se menciona como un premio (1 Co. 9:24) y a veces como una corona (1 Co. 9:25; Fil. 4:1; 1 Ts. 2:19; 2 Ti. 4:8; Stg. 1:12; 1 P. 5:4; Ap. 2:10; 3:11).
Estas coronas pueden ser clasificadas bajo cinco divisiones que representan cinco formas de servicio y sufrimiento cristiano, y el hijo de Dios recibe la advertencia de que tenga cuidado para que no pierda la recompensa (Col. 2:18; 2 Jn. 8; Ap. 3:11).
La doctrina de las recompensas es la contrapartida necesaria de la doctrina de la salvación por gracia. Puesto que Dios no cuenta los méritos del creyente para la salvación, ni puede hacerlo, es necesario que las buenas obras del creyente reciban el reconocimiento divino.
Los salvados nada deben a Dios en paga de la salvación que les fue dada como un regalo; pero deben a Dios una vida de devoción fiel, y para esta vida de devoción se ha prometido una recompensa en los cielos.
Aunque las recompensas de los creyentes están simbolizadas por coronas, según Apocalipsis 4:10 las coronas, como símbolo de la recompensa, serán puestas a los pies del Salvador en el cielo. ¿Cuál será entonces la recompensa para el servicio fiel de parte del creyente?
La probabilidad es que el servicio fiel sobre la tierra sea recompensado con un lugar privilegiado de servicio en el cielo. Según Apocalipsis 22:3, «sus siervos le servirán». Los creyentes verán cumplidas sus más elevadas aspiraciones de servicio de amor para el Salvador que los amó y se dio a sí mismo por ellos.
En la ilustración de los talentos usada por Cristo en Mateo 25:14-30, el hombre que recibe los cinco talentos y el que recibió dos (ambos ganaron el doble sobre lo que le encomendó el Señor) fueron aprobados cuando el Señor dijo: «Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Mt. 25:21, 23). Aunque parece que este juicio no tiene que ver con la iglesia, se puede aplicar el principio a todos los creyentes de todas las edades que reciben recompensa en la eternidad. La fidelidad en nuestro servicio presente tendrá como recompensa un servicio de privilegio en la eternidad.
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10)
“Porque es menester que todos comparezcamos (todos los cristianos), ante el tribunal (bëma, gr.) de Cristo, para que cada uno reciba su retribución conforme a lo que haya hecho mediante el cuerpo (durante su vida mortal), ya hayan sido obras excelentes (gr. agathón, aplicado aquí a cosas de las que se saca provecho), o de baja calidad (gr. phaúlon, lo vil, ruin, despreciable) 2 Corintios 5:10
El pasaje central sobre el tribunal de Cristo, 2 Corintios 5:10, revela que el tribunal de Cristo es un lugar donde se distinguen las buenas obras de las malas, y el creyente recibe recompensa sobre la base de las buenas obras. Como se ha dicho anteriormente, no se está juzgando el pecado, por que el creyente ya ha sido justificado. Tampoco es cuestión de santificación como se experimenta en el presente al ser disciplinado por no haber confesado el pecado (1 Co. 11:31 32; 1 Jn. 1:9), porque el creyente ya es perfecto en la presencia de Dios.
El único problema que queda, entonces, es la calidad de la vida y de las obras que Dios considera buenas en contraste con las obras que son sin valor. El hecho solemne de que todo creyente deberá presentarse un día a rendir cuenta de su vida ante Dios, debiera ser un estímulo para la fidelidad presente y para la propia evaluación de las prioridades de vida basadas en la pregunta de cómo será evaluada en la eternidad.//
SOLI DEO GLORIA
Basado en la enseñanza de Lewis Sperry Chafer, y Francisco Lacueva.
Miguel Rosell
Diciembre 2014
www.centrorey.org

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EN EL TRIBUNAL DE CRISTO

En Romanos 14: 10-12 se presenta la firma de una mayordomía. En conexión con el juicio de los demás se hace la exhortación:
«¿Por qué a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí"
En este pasaje se nos exhorta a que no tratemos de evaluar la calidad de las obras de otro cristiano.
Esto no significa que no debamos juzgar y rechazar el pecado, sino que se refiere más bien a la calidad y el valor de la vida. Con demasiada frecuencia los cristianos se dejan llevar por el deseo de criticar a los demás a fin de que sus propias vidas parezcan un poco mejor ante sus propios ojos. En otras palabras, reducen casi a la nada a sus hermanos, en un esfuerzo de exaltarse a sí mismos.
Este pasaje de Romanos, revela que cada cristiano tendrá que rendir cuenta a Dios. La figura es de un mayordomo o persona a la que se ha confiado algo. Todo lo que el creyente tiene en la vida —su capacidad intelectual, dones naturales, salud física, dones espirituales, la riqueza— es un don de Dios para él. Mientras más se le confía, tendrá más de qué dar cuenta. Como se afirma en 1 Corintios 6:19-20: “No sois vuestros, habéis sido comprados por precio”.
Como mayordomos, tendremos que dar cuenta ante el tribunal de Cristo de todo lo que Dios nos ha dado, y no seremos responsables de lo que fue dado a los demás, pero sí tendremos que responder de lo que nos fue dado a nosotros.
La clave del juicio no será el éxito o el aplauso público que se haya tenido, sino la fidelidad en el uso de lo que Dios nos ha encomendado.
En 1 Corintios 3:9-15 La vida del creyente es considerada como un edificio levantado sobre Cristo como fundamento. Al determinar la fuerza de este pasaje, debe observarse:
a) Se tiene en vista solamente a los salvados. El pronombre personal «nosotros» y el «vosotros» incluyen a todos los salvados y excluye a todos los que no son salvos; de igual modo, la palabra «alguno» se refiere solamente a quién esté edificando sobre la Roca que es Cristo Jesús.
b) Habiendo presentado a los corintios el evangelio por el cual fueron salvados —salvación proporcionada por la Roca sobre la cual los salvados están—, el apóstol Pablo se compara con un perito arquitecto que ha puesto el fundamento o cimiento; pero, en agudo contraste con esto, señala que cada creyente por sí mismo está levantando la sobre estructura sobre el fundamento único proporcionado por la gracia de Dios.
Por eso, el llamamiento es a que cada uno mire cómo sobreedifica. Esto no es una referencia a la así llamada “construcción del carácter”, que no tiene base en los pasajes dirigidos a los santos de esta dispensación; el carácter de ellos es el «fruto del Espíritu» (Ga. 5:22-23) y es realizado, no por esfuerzos carnales, sino por el andar en el Espíritu (Gal. 5:16). Se presenta al creyente levantando una estructura de servicio, u obras, que tiene que ser probada por fuego, posiblemente por los ojos de fuego de nuestro Señor ante el cual tendrá que presentarse (Ap. 1:14).
c) La obra que el cristiano está edificando sobre Cristo puede ser de madera, heno, hojarasca, que el fuego puedo destruir; o puede ser de oro, plata y piedras preciosas que el fuego no destruye y que, en el caso del oro y la plata, en cambio, las purifica.
d) A aquel cuya obra levantada sobre Cristo permanezca, le será dada una recompensa; pero a aquel cuya obra sea quemada sufrirá pérdida: no de su salvación, que es asegurada por medio de la obra consumada de Cristo, sino de su recompensa. Aun cuando pasó por el fuego que va a probar la obra de cada cristiano y sufra la pérdida de su recompensa, él mismo será salvo.
En 1 Corintios 9:16-27, y especialmente en los versículos 24-27, se usa la figura de una carrera y el ganar el premio para revelar la calidad de la vida y del servicio cristiano. Haciendo referencia a su propio servicio en la predicación del evangelio, el apóstol pregunta: «¿Cuál, pues, es mi galardón?» La verdadera respuesta a esta pregunta depende, naturalmente, de la naturaleza y calidad del servicio rendido a Dios. Por lo tanto, el apóstol continúa haciendo un recuento de su fidelidad en la obra (versículos 18-23); nadie negará la veracidad de su informe.
Luego compara el servicio cristiano o una carrera en que todos los creyentes están participando, y que, como en una carrera, uno solo recibe el premio y sólo por un esfuerzo superior.
En forma similar, el creyente debiera poner en ejercicio todas sus fuerzas en el servicio cristiano, a fin de obtener la recompensa completa, correr como si quisiera superar a los demás.
Así como el atleta se abstiene de muchas cosas a fin de obtener una corona corruptible, el cristiano debe abstenerse de todo a fin de obtener la corona incorruptible. El autocontrol del apóstol se ve en el hecho de que mantenía en sujeción su propio cuerpo a fin de evitar que algún servicio indigno y no de todo corazón por los demás, hiciera que fuera reprobado.
La palabra traducida aquí «eliminado» es adokimos, que es la forma negativa de dokimos; dokimos se traduce por «aprobada» (Ro. 14:18; 16:10; 1 Co. 11:19; 2 Co. 10:18; 2 Ti. 2:15),: por lo que adokimos debe traducirse «desaprobado» Puesto que no está en duda la salvación del apóstol, él no tiene miedo de ser desechado por Dios para siempre; tiene temor de ser desaprobado en la esfera de servicio.
La recompensa del cristiano a veces se menciona como un premio (1 Co. 9:24) y a veces como una corona (1 Co. 9:25; Fil. 4:1; 1 Ts. 2:19; 2 Ti. 4:8; Stg. 1:12; 1 P. 5:4; Ap. 2:10; 3:11).
Estas coronas pueden ser clasificadas bajo cinco divisiones que representan cinco formas de servicio y sufrimiento cristiano, y el hijo de Dios recibe la advertencia de que tenga cuidado para que no pierda la recompensa (Col. 2:18; 2 Jn. 8; Ap. 3:11).
La doctrina de las recompensas es la contrapartida necesaria de la doctrina de la salvación por gracia. Puesto que Dios no cuenta los méritos del creyente para la salvación, ni puede hacerlo, es necesario que las buenas obras del creyente reciban el reconocimiento divino.
Los salvados nada deben a Dios en paga de la salvación que les fue dada como un regalo; pero deben a Dios una vida de devoción fiel, y para esta vida de devoción se ha prometido una recompensa en los cielos.
Aunque las recompensas de los creyentes están simbolizadas por coronas, según Apocalipsis 4:10 las coronas, como símbolo de la recompensa, serán puestas a los pies del Salvador en el cielo. ¿Cuál será entonces la recompensa para el servicio fiel de parte del creyente?
La probabilidad es que el servicio fiel sobre la tierra sea recompensado con un lugar privilegiado de servicio en el cielo. Según Apocalipsis 22:3, «sus siervos le servirán». Los creyentes verán cumplidas sus más elevadas aspiraciones de servicio de amor para el Salvador que los amó y se dio a sí mismo por ellos.
En la ilustración de los talentos usada por Cristo en Mateo 25:14-30, el hombre que recibe los cinco talentos y el que recibió dos (ambos ganaron el doble sobre lo que le encomendó el Señor) fueron aprobados cuando el Señor dijo: «Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Mt. 25:21, 23). Aunque parece que este juicio no tiene que ver con la iglesia, se puede aplicar el principio a todos los creyentes de todas las edades que reciben recompensa en la eternidad. La fidelidad en nuestro servicio presente tendrá como recompensa un servicio de privilegio en la eternidad.
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10)
“Porque es menester que todos comparezcamos (todos los cristianos), ante el tribunal (bëma, gr.) de Cristo, para que cada uno reciba su retribución conforme a lo que haya hecho mediante el cuerpo (durante su vida mortal), ya hayan sido obras excelentes (gr. agathón, aplicado aquí a cosas de las que se saca provecho), o de baja calidad (gr. phaúlon, lo vil, ruin, despreciable) 2 Corintios 5:10
El pasaje central sobre el tribunal de Cristo, 2 Corintios 5:10, revela que el tribunal de Cristo es un lugar donde se distinguen las buenas obras de las malas, y el creyente recibe recompensa sobre la base de las buenas obras. Como se ha dicho anteriormente, no se está juzgando el pecado, por que el creyente ya ha sido justificado. Tampoco es cuestión de santificación como se experimenta en el presente al ser disciplinado por no haber confesado el pecado (1 Co. 11:31 32; 1 Jn. 1:9), porque el creyente ya es perfecto en la presencia de Dios.
El único problema que queda, entonces, es la calidad de la vida y de las obras que Dios considera buenas en contraste con las obras que son sin valor. El hecho solemne de que todo creyente deberá presentarse un día a rendir cuenta de su vida ante Dios, debiera ser un estímulo para la fidelidad presente y para la propia evaluación de las prioridades de vida basadas en la pregunta de cómo será evaluada en la eternidad.//
SOLI DEO GLORIA
Basado en la enseñanza de Lewis Sperry Chafer, y Francisco Lacueva.
Miguel Rosell
Diciembre 2014
www.centrorey.org

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