Jose D. Rivera Tormos (D. Min.)
Hoy es común distinguir las instituciones y grupos por sus símbolos, porque en ellos se conjuran propósito, visión y objetivos. Estos son escogidos cuidadosamente para que no ser confundidos o malinterpretados por los demás. En estos se encarna la personalidad de los grupos o instituciones que los enarbolan.
Jesús nos dejo tres símbolos que distinguen al cristiano y denuncian su naturaleza y sentido de misión. Una cruz, un yugo y un arado; la cruz es muy lucida en los portales de las Iglesias, y como ornamento en muchas ocasiones; pero no es esa la cruz que distingue a los fieles, sino la cruz del sufrimiento, la cruz del deber, la cruz de la compasión, el perdón y la tolerancia. Todos gustamos de usar la cruz como símbolo de victoria, en muchos casos histórica aunque no sea personal.
El mundo está dividido entre los que quieren un Cristo sin Cruz, y los que quieren una cruz sin Cristo. Los que rehúsan el sufrimiento como parte del compromiso de ser cristiano y los que aceptan el martirio como la forma de identidad de su fe. El mensaje de Jesús fue diáfano y terminante: “El que no lleva su cruz no puede ser mi discípulo” Y eso esta muy lejos de una vida fácil y licenciosa. Llevar la cruz no es andar despotricando contra todo y lamentándose de su suerte; es llevarla con gozo y determinación como lo hizo el Maestro hasta el calvario.
No vemos un yugo en los capiteles de los templos, ni en los adornos de las solapas; no, el yugo está ausente porque se exalta el individualismo y el yugo es símbolo de unidad, cooperación y compañerismo. Rehusamos el yugo porque no tenemos química con mucha gente. Se nos hace pesada la marcha si tenemos que juntarnos con cierta clase de gente. Por eso andamos buscando el grupo que más nos agrade para adorar porque buscamos sentirnos cómodos. El YUGO es disciplina y ninguna disciplina es agradable. Hay mucho más, pero por ahora….
Nos preguntamos. ¿Por qué un arado? Porque ser cristiano no es vivir de vacaciones. Hay demasiado turistas en nuestras congregaciones, ¡conmigo que no cuenten para eso! Suelen decir, No tengo tiempo. Como si el tiempo fuese nuestro y pudiésemos disponer a nuestro antojo. Nunca he oído a ningún creyente preguntar por el arado, por su obligación como cristiano, No, todo el mundo reclama sus derechos, pero jamás sus deberes. ¡Qué sabio fue el Maestro! Nos dio una cruz, un yugo y un arado; tendríamos menos quejas y más gente gozosa si echásemos mano de los verdaderos símbolos de nuestra fe.
Bendiciones,
José Daniel
Datos del autor
José Daniel Rivera Tormos, nació en San Juan, Puerto Rico donde curso su educación superior y sus primeros años de estudio teológico en el Seminario Evangélico de Puerto Rico,
Terminó su Maestría en Divinidades en el Seminario Teológico de Nueva York y su Doctorado en Ministerio en el Centro de Estudios Teológicos del Sur de La Florida.
Sirvió como Pastor en Puerto Rico, Nueva York y La Florida y se acogió a la jubilación en Julio del 2007 después de celebrar sus 50 años de ministerio pastoral.
Ha servido además como Maestro en el Seminario Teológico de Nueva York, y como escritor de lecciones bíblicas por varios años con Editorial Senda de Vida. Sus escritos han sido publicados por La Biblia en América Latina, Puerto Rico Evangélico, El Intérprete y otras.
Actualmente sirve como Director de Desarrollo de Líderes en la Iglesia Bautista Hispana de Hickory Grove en Carolina del Norte y como orientador de Matrimonio y familia. Es autor del libro “ Tu Vara y Tu Cayado” una exposición inspiracional del Salmo 23:
Vive en Charlotte Carolina del Norte junto a su esposa Carmen con quien ha compartido una jornada de más de treinta años.