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La subasta pública de una alma


Se cuenta que hace muchos años Rowland Hill predicaba en una de las grandes ciudades de Inglaterra. Hill era en aquel tiempo famoso predicador, y las gentes acudían de todas partes a escucharle, aunque se tratara de largas distancias.
Una noche, mientras se desarrollaba una de las reuniones, un coche se detuvo ante la puerta del lugar y Lady Anne Erskine, una de las damas de la alta sociedad, descendió del carruaje y penetró en el salón. Lady Erskine era bien conocida en la ciudad por sus riquezas y ostentación. Era la primera figura en las tertulias, bailes y teatros de aquel entonces y, por otro lado, poco frecuentaba la iglesia. Pero ese día sintió grandes deseos de escuchar al gran predicador.
El Dr. Hill la vio entrar, y reconocerla fue cosa de un instante. Rápidamente cruzo un pensamiento por su mente.”Esta es la oportunidad que se me presenta para ayudar a esta alma.” Inmediatamente interrumpió el mensaje, levantó un brazo y con voz poderosa como para que todos pudieran oírlo, exclamó: “Lady Erskine acaba de llegar a nuestra reunión. Ahora mismo vamos a vender su alma en remate público.”
La pobre señora se quedó hecha como de una sola pieza, y como todos los ojos se clavaron en ella, deseó que la tierra la tragara. Sin embargo, no pudo retirarse porque el predicador ya estaba diciendo: “¿Quien comprará su alma de Lady Erskine?”
Después de lanzar semejante proposición se detuvo un instante para seguir diciendo; “Observo que hay varias personas deseosas de comprar, dispuesta a pagar por esta alma.” Y dirigiéndose a la multitud que le escuchaba, dijo:
—”Dime MUNDO, ¿qué darías tú por el alma de esta dama?”
—”Le daré todo el esplendor y la gloria que tengo a mi disposición: honor, prestigio, una vida de lujo, comodidades y entretenimientos.”
—¿Nada más? ¿No le darás, por añadidura, la inmortalidad y la vida eterna?”
— “No, porque no poseo esos valores ni para mí mismo.”
—”Entonces tal precio no nos satisface. MUNDO, no te la llevarás, ¿porque de qué aprovechará a esta dama elegante ganar todo el mundo si, al final de cuentas, pierde el alma?
—”Pero desde aquí veo que hay alguien más que hace una oferta por su alma. Es Satanás.”
—”SATANAS: ¿qué ofreces por el alma de Lady Erskine?”
—”Le ofrezco la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Le daré la adulación del mundo. Le daré la libertad para hacer lo que se le antoje, hasta más no poder. Que satisfaga todo sus apetitos; que agote del todo la copa del placer mundano.”
—”Y ¿qué demandaras tu en cambio de todo esto?”
—”Su alma. Que de una vez portadas pase a mi poder.”
—”Tu precio es demasiado alto. No la llevaras, Satanás, porque tú eres homicida desde el principio: el gran impostor, mentiroso, el padre de la falsedad y la hipocresía.”
—Oigo que otra persona quiere hacer una oferta. Es el Señor Jesús. ¿Qué ofreces por el alma de esta mujer?
—Ya he dado mi propia vida por ella puesto que en la cruz del Calvario pague el precio del rescate de todo el mundo. Yo llenare su corazón de paz; la paz que sobrepuja a todo entendimiento; la paz que el mundo no tiene y no puede quitar. La vestiré con el manto de la justicia divina y la adornaré con el oro de la fe. Le daré la perla de gran precio con abundante gozo y alegría, tesoros que este mundo no puede proporcionar, y nadie la podrá arrebatar de mi mano. Yo le seré por compañero y amigo constante mientras peregrine por este mundo pecaminoso, y cuando haya terminado su carrera,  la recibiré en las mansiones eternas porque donde Yo estoy, allí están también mis servidores.”
— “¿Y qué pides a cambio de estos gloriosos obsequios?”
—”Su pecado. Su conciencia manchada.. Todo cuanto la oprime y la atormenta.”
—’ Señor Jesús: TÚ la tendrás. E s tuya y será tuya por toda la eternidad.”
— “Señora Erskine, ¿está usted conforme con esta oferta?”
—”SÍ,” contestó ella con voz alta y firme, entre tanto que una emoción muy honda embargaba a toda la concurrencia. Lady Erskine cumplió su promesa. Desde esa misma hora cambio el rumbo de su vida, echo a un lado las frivolidades y el oropel y se negó a participar de festividades vanas, y fué fiel a su Señor y Salvador.
 Compañía del Triunfo Cristiano

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La subasta pública de una alma


Se cuenta que hace muchos años Rowland Hill predicaba en una de las grandes ciudades de Inglaterra. Hill era en aquel tiempo famoso predicador, y las gentes acudían de todas partes a escucharle, aunque se tratara de largas distancias.
Una noche, mientras se desarrollaba una de las reuniones, un coche se detuvo ante la puerta del lugar y Lady Anne Erskine, una de las damas de la alta sociedad, descendió del carruaje y penetró en el salón. Lady Erskine era bien conocida en la ciudad por sus riquezas y ostentación. Era la primera figura en las tertulias, bailes y teatros de aquel entonces y, por otro lado, poco frecuentaba la iglesia. Pero ese día sintió grandes deseos de escuchar al gran predicador.
El Dr. Hill la vio entrar, y reconocerla fue cosa de un instante. Rápidamente cruzo un pensamiento por su mente.”Esta es la oportunidad que se me presenta para ayudar a esta alma.” Inmediatamente interrumpió el mensaje, levantó un brazo y con voz poderosa como para que todos pudieran oírlo, exclamó: “Lady Erskine acaba de llegar a nuestra reunión. Ahora mismo vamos a vender su alma en remate público.”
La pobre señora se quedó hecha como de una sola pieza, y como todos los ojos se clavaron en ella, deseó que la tierra la tragara. Sin embargo, no pudo retirarse porque el predicador ya estaba diciendo: “¿Quien comprará su alma de Lady Erskine?”
Después de lanzar semejante proposición se detuvo un instante para seguir diciendo; “Observo que hay varias personas deseosas de comprar, dispuesta a pagar por esta alma.” Y dirigiéndose a la multitud que le escuchaba, dijo:
—”Dime MUNDO, ¿qué darías tú por el alma de esta dama?”
—”Le daré todo el esplendor y la gloria que tengo a mi disposición: honor, prestigio, una vida de lujo, comodidades y entretenimientos.”
—¿Nada más? ¿No le darás, por añadidura, la inmortalidad y la vida eterna?”
— “No, porque no poseo esos valores ni para mí mismo.”
—”Entonces tal precio no nos satisface. MUNDO, no te la llevarás, ¿porque de qué aprovechará a esta dama elegante ganar todo el mundo si, al final de cuentas, pierde el alma?
—”Pero desde aquí veo que hay alguien más que hace una oferta por su alma. Es Satanás.”
—”SATANAS: ¿qué ofreces por el alma de Lady Erskine?”
—”Le ofrezco la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Le daré la adulación del mundo. Le daré la libertad para hacer lo que se le antoje, hasta más no poder. Que satisfaga todo sus apetitos; que agote del todo la copa del placer mundano.”
—”Y ¿qué demandaras tu en cambio de todo esto?”
—”Su alma. Que de una vez portadas pase a mi poder.”
—”Tu precio es demasiado alto. No la llevaras, Satanás, porque tú eres homicida desde el principio: el gran impostor, mentiroso, el padre de la falsedad y la hipocresía.”
—Oigo que otra persona quiere hacer una oferta. Es el Señor Jesús. ¿Qué ofreces por el alma de esta mujer?
—Ya he dado mi propia vida por ella puesto que en la cruz del Calvario pague el precio del rescate de todo el mundo. Yo llenare su corazón de paz; la paz que sobrepuja a todo entendimiento; la paz que el mundo no tiene y no puede quitar. La vestiré con el manto de la justicia divina y la adornaré con el oro de la fe. Le daré la perla de gran precio con abundante gozo y alegría, tesoros que este mundo no puede proporcionar, y nadie la podrá arrebatar de mi mano. Yo le seré por compañero y amigo constante mientras peregrine por este mundo pecaminoso, y cuando haya terminado su carrera,  la recibiré en las mansiones eternas porque donde Yo estoy, allí están también mis servidores.”
— “¿Y qué pides a cambio de estos gloriosos obsequios?”
—”Su pecado. Su conciencia manchada.. Todo cuanto la oprime y la atormenta.”
—’ Señor Jesús: TÚ la tendrás. E s tuya y será tuya por toda la eternidad.”
— “Señora Erskine, ¿está usted conforme con esta oferta?”
—”SÍ,” contestó ella con voz alta y firme, entre tanto que una emoción muy honda embargaba a toda la concurrencia. Lady Erskine cumplió su promesa. Desde esa misma hora cambio el rumbo de su vida, echo a un lado las frivolidades y el oropel y se negó a participar de festividades vanas, y fué fiel a su Señor y Salvador.
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